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Mostrando entradas de octubre, 2011

Ya a la venta.

Tengo la nariz alargada y no me llamo Inma, ni Ana, ni Marta, ni Sandra. A veces me llamo Soledad, que también empieza por "ese", pero no sé si cuenta. Tengo otras cosas grandes, y otras pequeñas, y hay otras cosas que no tengo. Tendrás que descubrirlas, no lo pone en el envase. Elige. Se compra aquí. Pero no podrás pagar con tarjeta.

Octubre es el mes de hierro del Otoño

Odio soñar con otros hombres cuando duermes conmigo.   Me gusta taparme con el edredón grueso y despertarme con menos peso en la piel. Prefiero escuchar música que me entristece en esos días del mes, y en los demás. Me gusta engañarme a mí misma y creerme que soy valiente. Me alivia el aire fresco que pega en la cara cuando me encuentro enferma.  Quiero que me cuiden cuando lo estoy, lo necesito. Sé que no estoy sola, pero me gusta autocastigarme. Me gustas, yo no me gusto, y odio algunas cosas. Arriesgo en las decisiones pequeñas, porque las grandes se me quedan grandes. Detesto las cosas que no tienen sentido. Prefiero las cuadrículas. No, es mentira. Dame un buen folio en blanco y crearé. Adoro el verdeazul del mar y su olor. Me gusta el tacto de la arena y como deja las uñas la sal. Amo el Sol y lo que crea. Amo la lluvia y lo que destruye en su propia creación. Sé que no soy nada, y eso es suficiente. Por encima de todo, adoro el Otoño. Tendría un ro

Me lo merecía

Ni Ley de Murphy ni tonterías. Yo me lo guiso, yo me lo como. Yo me guiso el añarazo de la frente, los moratones de las piernas, el bulto en la derecha del tamaño de mi estupidez, los ojos hinchados y la nariz llena de mocos. Pero eso no me lo como, por Dios. Yo me guiso también el arrepentimiento y la rabia de lo sucedido, pero no hay forma de digerirlo. Y yo me guiso que no me cojan el teléfono: ¡para adentro también! Y así fue como me peleé por primera vez conmigo misma, y perdí. Vuelvo a la cocina, a guisarle a él su comida. Y yo me guiso que no me cojan el teléfono, cómo era, 017... 018... ¿016? Da igual, no van a cogerlo, no me lo merezco.

Si fueras a morir mañana, ¿qué harías?

Piensa en ello. Piensa en lo que harías si éste fuera tu último día con vida. Sostenlo en la punta de los dedos, deja que se espese y madure; pero sólo un momento. Y entonces, hazlo. Plantéate esto cada vez que puedas, porque así vivirás intensamente, estarás un poco más cerca de tus verdaderos deseos. De la vida de verdad. Cuando se hunda tu ánimo, cuando se doblen tus rodillas y te falte oxígeno en la cabeza, piensa: ¿qué haría si fuera a morir mañana? Entonces el soplo de aire, color de último día, te llenará los pulmones y te devolverá las ganas de vivir, gracias a la satisfacción de saber, que en realidad, no es el final.

Random

Encuentra el punto exacto en el que debes parar.  Cuando las emociones te sobrecarguen, cuando notes que empieza a alejarse tu mente y no puedes controlarla, cuando sientas que estás llegando a esa frontera antes de la explosión, sujeta tu cuerpo justo en ese punto antes de lo irremediable, y no llegues más allá. Detente en seco. Libera de golpe a tus músculos de la tensión y no dejes que tu cabeza quede a merced de la locura. Encuentra el punto exacto en ti, previo a la tormenta, y desconéctalo. (Cambios de temperatura, del azul al rojo ).