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Mostrando entradas de abril, 2012

Caligrafía anual de agua

Sin darme cuenta, ha pasado un año desde que creé este blog, que a su vez fue sucesor de otro que sí tenía más edad pero menos sensatez. No puedo hablar de madurez, sin embargo, porque al releer aquellos primeros textos que colonizaron este lugar, sigo sintiéndome igual. Basta echar un vistazo a la primera  Caligrafía inicial de agua . Ella sentía que no pertenecía a ninguna parte. Y así era. Cuando le sobrevenía esa sensación, no podía más que sentarse  c on las rodillas cruzadas y la espalda apoyada en el aire y llorar. Llorar hasta que el sonido de los sollozos lo calmase todo, llorar hasta que se le olvidara el motivo por el cual lloraba. Ella sigo siendo Yo. Yo sigo usando las mismas palabras: arañazo, herida, coraza, dependencia, decepción, lágrimas... Yo sigo intentando ordenar la vida y encontrar el principio y el final, el camino. Yo sigo necesitando ese viaje,  en la misma carretera  que describí hace tiempo, sigo necesitando escapar. Sigo sin querer entender e

La primera huida.

"Cuando me busca sin jamás encontrarme, cuando se resigna por fin a bajar los ojos o a apoderarse del cordón para aniquilar la presencia de mi existencia, huye, huye, huye de lo insostenible: su deseo del otro, su miedo de otro." Muriel Barbery , Rapsodia Gourmet Los calendarios han vuelto a teñirse de primavera y los cielos de azul celeste, pero a veces amenazan tormenta. Mi paleta de colores empieza a estar más nítida, más ufana, más Renoir. Yo sigo sin recordar cómo se sujetaba ese pincel, el de la paciencia, el de ralentizar el tiempo; me sigue ahogando la urgencia. Esta emergencia de la piel de respirar otros aires no puede ser sana, la contradicción la oprime, nos oprime a las dos. Pronto me buscarás sin jamás encontrarme, quizás. Y quizás siempre significa un sí. Y yo cerraré los ojos en aquel rincón de la habitación violeta, y me trenzaré el pelo sin sujetarlo con horquillas. Llevaré un sombrero rojo, color fuego, que hará juego con las sombras de

Ruido sin ruido

Soledad, con S de silencio, de un ruido sin ruido, de un estar sin estar estando conmigo mismo. La soledad de los ricos, hipoteca de los pobres. Un faro sin guardián, el guardián muerto en el río. Dejó de ver la luz. Soledad de soledades, metáfora de animales no sociales, sin adornos, con verdades. Soledad, amiga siempre fiel, la única que no falla, del derecho, del revés. Menos es nada. Dejé de sentir nada por nadie. Menos fue nada, el último fue nadie, la última fui yo. Violé las leyes de lo humano, de necesitar, de depender. Me quedé sola porque yo me lo busqué. Y logré sentirme bien conmigo misma. La soledad de algunos vivos envidia a la de los muertos. Blasfemia, perdonad a este guardián entre el centeno. Soledad, el entierro indigno de sentimientos, el renacimiento del ego, del ser entero. La soledad del filósofo, la creencia del ateo. Estarás acompañado al nacer y solo al morir. Soledad, veneno. Veneno y medicina, anfetaminas, la soledad es otro sedante, u

Fallo n-ésimo

En la vida todo es establecer prioridades, hacer elecciones, esperar los resultados. Unas veces son buenos, otras malos. No es cosa del destino, tu suerte la decides tú... ¡mentira! Y también verdad. Fallo n-ésimo. Espero que esta vez falle la inducción y no haya un n+1.

El anciano del jardín

La tarde se presentaba añil y lluviosa, por lo que no iba a ser necesario que esa noche el anciano regara su jardín. Su espalda encorvada se enderezó un poco agradecida, adhiriéndose al mohoso sillón granate que habitaba aquella sala, por lo demás escasamente ocupada. La chimenea expulsaba saliva de ceniza, y las gotas caían por la gruesa vidriera del ventanal del salón, limpiando una mugre que tenía tantos años como el propio cristal. El mobiliario era puntual, ciertamente pobre en cantidad, pero suntuoso y caro. Un lujo anticuado, quizá a la moda en la época en que se decorara la casa. Pero de aquello hacía muchos años y muchos inquilinos que no nos interesan, y ahora el hombre que allí vivía se limitaba a usar el comedor, un rincón de la cocina donde almacenaba la comida, y el baño de la primera planta. Había instalado su cama con dosel de terciopelo verde botella en una esquina del amplísimo salón, y la alargada mesa hacía las veces de escritorio y de comedero a su vez, donde, e

El jardín de los imposibles

El jardín de los imposibles está muy lejos de aquí y sólo se alcanza saltando del acantilado. Allí las lágrimas no escuecen y los pasteles no engordan, allí el chocolate seca los ojos sin aumentar la tripa. En el jardín de los imposibles no hay desamores ni palabras feas, allí simplemente no hay sentimientos. En el jardín de los imposibles serás la reina de tu propio reino sin un rey que haga posible que sufras. Por eso se llama el jardín de los imposibles, porque es imposible sentir nada; ni siquiera, sentir que sigues viva. Allí los dramas no se escenifican y las exageraciones duermen el letargo de los dragones, allí no hay lugar para el teatro ni para la actuación, es imposible mentir. También es imposible decir la verdad. Por eso, allí no sientes que estás viva, pero tampoco muerta. El jardín de los imposibles es el limbo perfecto para aquellos que se han cansado de vivir sufriendo, y prefieren esperar a la muerte sin notarlo, sin sentirlo, sin llorar. Si no eres capaz d

Acantilado

¿Qué va a pasar cuando ella ya no esté? Sin ser peces de ciudad, aunque reméis en góndolas de humo imaginarias. Sin ser dragones, sin ser supervivientes del naufragio, sin ser nada. Si no eres capaz de sobrevivir a la caída, no saltes. Y saltó.