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Mostrando entradas de agosto, 2014

Mafalda

"Yo, lo que quiero que me salga bien es la vida." Quino. Eme se despierta con una cortina suave y lisa enmarcándole el rostro, pero ella tiene el espíritu rizado y salvaje. Eme se levanta sin rumbo y le echa un vistazo al estante de los recuerdos, sacudiéndose un poco el polvo del corazón. Eme desayuna y se va sintiendo más entera, aunque sea sólo por fuera, el desasosiego aguarda dentro en un cajón. Eme sabe bien que para desentonar con todo el mundo sólo debe sonreír, las esquinas de sus ojos lo hacen por ella. Eme tiene estilo hasta al andar y, sin saberlo, por donde pasa deja huella, una persona sola en un cruce de caminos. Eme dibuja Mafaldas en los bordes de un pentagrama aún muy vacío, donde a veces el hastío no le permite tocar. Eme baila y con las vueltas se sacude la nostalgia de algo que aún anhela, mi filósofa de la música que también sueña. Eme es una niña que nació siendo mujer y que ahora silenciosamente encierra mil secreto

Cuento de verano VI

Cerró las ventanas, pero a través de los cristales se colaban los rayos arrojados por los faros de los coches, deslizándose entre los arbustos que separaban el apartamento de la carretera, rebotando contra las lámparas de dentro, hacía rato apagadas, y reflejándose en los metales y superficies deslizantes, creando un juego de luces hipnótico y aleatorio. Tras la sucesión intermitente y escasa de coches se adivinaban los mástiles de los barcos del puerto, esperando trémulos y lánguidos al amanecer del siguiente día. El único punto de luz fijo en el interior de la casa era la llama de un cigarro. El fuego devoraba el papel creciendo en cada calada, sostenida por unos dedos terminados en coral. Con las aspiraciones el punto de luz iluminaba un poco más y acertaba a alumbrar unos ojos surcados de arrugas, quizás ya viejos, pero esa noche jóvenes, perfilados de negro y muy brillantes. La boca humeante se giró hacia las ventanas, el moño bajo y medio despeinado rotando perfectamente sob

Eco

Hace días que no me salen las palabras, que estoy parada inerte ante el papel en blanco sin tener nada que contar, porque todo lo he contado ya. Y no me gusta repetirme. Ahora cuando siento sensaciones todas tienen un regusto amargo y carcomido, similar a la comida precalentada, como si todo estuviera ya sentido, como si los sentimientos se guardaran en cajas y se mandaran por encargo: meter al microondas tres minutos y consumir, intentar digerir. Ahora la vida no se me va con lo que escribo, simplemente se va, se va y me susurra mientras se aleja, no te preocupes, volveré tal cuál me recuerdas, porque todo lo que habías de vivir ha pasado ya. Ahora entiendo que la mitad de la vida está hecha de los recuerdos de la otra mitad, que poco a poco se acercan los años en los que no ocurrirá nada, solamente se pensará en el pasado, con esa mirada crítica y pesimista que sigue alegando que todo pasado fue mejor. Hoy me acusa dentro la teoría del eterno retorno, pero un eco adusto me i