Entradas

Mostrando entradas de junio, 2014

Recuerdos de Bélgica 2: Laundry time

Imagen
Ahora que miro atrás, me maravillo de que fuera capaz de acometer aquella empresa y no odiarla. Al contrario, me encantaba. Mi espalda aún se resiente; mis recuerdos y buenos momentos, no. Y es que en Bélgica, especialmente donde yo vivía, lo de tener lavadora en casa es un mito urbano. Y ya si es un piso o residencia de estudiantes, apaga y vámonos. Por eso hay decenas de pequeñas lavanderías desperdigadas por toda la ciudad, abiertas todos los días del año, con precios razonables. Yo tuve la "suerte" de tener una no muy lejos de casa, con el añadido de estar al lado de un supermercado bastante barato. También había un gimnasio, pero eso ni lo pisé; ya me parecía bastante ejercicio tener que echar el viaje cargada hasta allí. Porque la otra cara de la moneda, la de la mala suerte, era que mi vivienda se encontraba en una parte en pendiente de la zona; y muy, muy en pendiente. Así, el camino hacia la lavandería era un paseo principalmente agradable: cuesta abajo, al

Otra vez

O tra vez a limpiar tus labios de la copa, las huellas dactilares de tus pasos y las pisadas en mi piel de tus manos. Otra vez a recoger del suelo tu ropa, a borrar tu perfume con otro que lo tape y que siempre huele a fracaso. Otra vez a morderme hasta sangrar a mí mismo la boca, a sujetar el teléfono y exigirme cállate, a intentar frenar el desenfreno. Otra de muchas, escasa, incoherente, anhelada, sólo otra. Otra vez a pretender quitar tu marca del sofá, a llevar los muebles del corazón al desguace y que salga a devolver y en negativo. Otra vez a esquivar pesadillas en la noche, la noche desestrellada y la falta de sueño, los sueños encerrados en jaulas de cera. Otra vez esa mirada insincera y en números rojos, otra vez a barrer los despojos que apenas quedan entre tú y yo. Otra de cientos, más de cien mentiras, la verdad hecha pedazos, la hipocresía. Otra vez la madrugada extinguiéndose y yo a medias entre un poco y la nada

Tarde para cambiar.

Supe que había llegado demasiado tarde, que todo había cambiado, que ella no había estado ni estaba sola. Lo supe por la vajilla, escurriéndose a pares en la encimera: dos tazas, cuatro platos, dos copas. Por los albornoces colgando inertes en el baño, sugiriéndome formas de morir más halagüeñas que esta muerte lenta que me estaba sucediendo. Por los cepillos de dientes, verde y naranja, besándose sin pudor tras el cristal del vaso. Por las revistas variopintas apiladas en el bajo de la mesa, de temas que ella nunca leería. Por los dos paraguas enlazados en la entrada, fundiéndose en uno que salvaría de la mayor de las tormentas; pero no a mí. Por las breves notas pegadas en el frigorífico. Lo supe por el desorden ordenado reinante, atípico en su habitual orden desordenado. En general, por detalles imperceptibles que se habían creado y por otros que ya no estaban. Por el olor diferente, el color sensorial trastocado del lugar, las nuevas vibraciones, la atmósfera desconocida...

Recuerdos de Bélgica 1: un globo en Gante

Imagen
La plaza transmitía esa serenidad de los lugares en los que parece no transcurrir el tiempo, aunque hubiera algunos edificios más o menos modernos que revelaban que no seguíamos en pleno XVIII. Las casas con tejados picudos en escalera y veletas protestantes miraban al cielo marcando la dirección del viento con el pico de los gallos, negros, repintandos mil veces para casar con el resto del lugar, limpio e inmaculado. La plaza, grandiosa, estaba rodeada de edificios por sus cuatro costados, y a través de algunos de ellos se abría a otras calles peatonales, en concreto en un par de los flancos donde la desembocadura era mayor. Uno de ellos colindaba con el río, de un tono verde, no por suciedad, sino por las numerosas plantas y los húmedos árboles que se reflejaban en él a las orillas de su cauce. De vez en cuando pasaba una barcaza, o una de esos botes atestados de turistas con un simpático guía que les contara las anécdotas más relevantes, reales o inventadas, del enclave. En co

Recuerdos de Bélgica 0: un viaje a través de la memoria

Sirva este texto como preludio o explicación a los siguientes escritos de esta nueva sección, una necesidad personal que necesito escribir para mí, lo que a fin de cuentas es este blog. Tuve la suerte, enorme suerte, de vivir en Bélgica durante seis meses que supusieron para mí más que un sueño hecho realidad. Ese tiempo tan intenso y, según mi criterio, bien aprovechado, caló en mí inevitablemente, y es por eso que muchos días me sorprendo a mí misma, sin premeditación, evocando al añorado país belga, relacionando cosas actuales con pasadas allí, arañando la memoria, sin más. Muchas veces he sentido la necesidad de escribir sobre aquello, pero es tan extenso lo que me gustaría contar que no sabía por dónde empezar. Por otra parte, me da miedo olvidar detalles, sensaciones, pormenores, lugares, que todavía ahora, aún habiendo pasado año y medio, siento tatuados en los sentidos. Y aunque sé que es imposible que ciertas cosas se borren de mí, me he decidido, por fin, a darle cierta

Autocita

Hoy he quedado. Ha sido algo espontáneo, sin demasiada premeditación, simplemente tenía que surgir. He cancelado todos mis planes y me he permitido el lujo de dejar la cama sin hacer y el piso sin barrer; la cita es más importante. Así que me he levantado, pero sin mucha prisa, y me he dado el baño más largo y calentito del año, mientras de fondo sonaba el genio de Úbeda. Después me he puesto mis pantalones más cómodos de pijama y la camiseta más ancha y vieja que tengo, a mi cita no le importa que pueda parecer desaliñada. Ni siquiera me he arreglado el pelo. He abierto todas las cortinas para que entrara muchísima luz y me he puesto a cocinar, con mimo, sin agobios. He preparado, por las horas y por las ganas, un brunch, con sus huevos revueltos al estilo british con poquita mantequilla, croissants con queso, tostadas con jamón y tomate, unas salchichas, alubias al cariño, y hasta un trozo de quiche que quedaba en la nevera; todo regado de zumo de naranja recién exprimido. Que lo qu