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Mostrando entradas de noviembre, 2011

Post mortem

Perdí las huellas dactilares. De arrancarme la piel a tiras, de morderme el cuerpo, de exprimirme la sangre. Perdí mis huellas dactilares y con ellas olvidé el pasado. Desanduve en mi memoria los caminos recorridos, borré los errores y hasta sus enseñanzas. Por perder, perdí hasta el aliento. Y la respiración. Los latidos de mi reloj. Los tic-tac del corazón. Mis pies pisaron cristales. Perdí la conciencia y el subconsciente. Perdí tantas cosas que dejé de llamarlo perder y lo llamé ganar. Y a lo poco que recibí después de aquello lo llamé milagro. Nunca un milagro se había parecido tanto a la nada. Nunca el vacío había estado tan lleno ni mi vaso roto tan colmado. Tras el túnel vino la luz. Después de perder las huellas dactilares perdí algo más que mi identidad; pero luego recuperé mucho, quizá demasiado. Y no sólo la cordura. Encontré el Origen. El Porqué de la Verdad. La Verdad es algo que se parece mucho a la Mentira pero que se diferencia de ella en una cos

Y te has quedado un año más

Porque siempre es peor quedarse que irse, cuando es otro el que te deja atrás. Imposible remendar un corazón abandonado, que contempla los paisajes ahora hastiados de ausencia, los lugares compartidos, mientras suenan notas de tragedia. Imposible revivir el latido apagado, si no es llenándolo de otras gentes y momentos, más falsos, más huecos... Permaneces enclavado en un eje sin rotación. Trasládate o muere, mantra que le llena... Se lleva el aire las gotas de miel transportadas en el camino recorrido, agriando el sabor del nuevo individuo roto en el que te has convertido. En realidad, eres más viejo que nunca. Estás solo. "Dormíamos tan unidos, que amanecíamos siameses". Ahora duermes y no despiertas para no pasar frío en ese lado de la cama, por miedo a no reconocer el sonido del vacío. Sigues imaginando aquella respiración fuerte, tecleas en la mesilla con los dedos sus pasos extinguidos, evocas una imagen que sólo volverá en tu mente. Es tan corto es

Prisas.

Por llegar, por intentar llegar. Por mantenerse, por sobrevivir, por no abandonarse. Y por marcharse. Marcharse entre dolores de cabeza, uñas rotas, moratones, arañazos, lágrimas, decepciones y fracasos. Por marcharse, por huir, por dejarlo todo. Prisa.

Odiar.

El que odia puede ser ruin, cruel e injusto. Pero lo odiado es el desencadenante. ¿El fin justifica los medios?