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Mostrando entradas de septiembre, 2014

Septiembre

De repente, las playas se han quedado desiertas;  ha refrescado un poco y se acortan las tardes.  Hoy comienza septiembre, y la melancolía del final del verano, puntualísima, acude  a su cita conmigo. Hay que volver mañana a la ciudad. En ella, me esperan las rutinas y las viejas costumbres que me fueron haciendo ser el que soy. Muy pronto se irán quedando en nada los sueños que he soñado junto al mar, los propósitos de libertad, de cambio, que, en las noches de julio y agosto fabulé, tan fervorosamente como en la adolescencia, a la vez que mis ojos con asombro miraban la inquieta muchedumbre de los astros del cielo. En la ciudad, no hay duda,  me encontraré de nuevo cuando llegue con ése que se quedó en mi casa mientras yo estaba fuera,  con ése que se niega a cambiar y conoce  como nadie mis gustos, mis horarios, las cosas que me atan a mí mismo. Él me pondrá al corriente de los tontos asuntos que habrá que ir resolviendo en los próximos días.

Cuento de verano VII

Desde el balcón blanco de la casa que había alquilado se veía el mar a tan sólo unos metros, y la superficie de éste brillaba lanzando destellos por toda su extensión. Los kilómetros de agua se sucedían hasta perderse en un horizonte salpicado de montículos de tierra, pequeñas islas vírgenes con nombres que evocaban historias del lugar. Pelícano, Isla Blanca, La Extranjera, Isla Reto. El destino es lo de menos, le dijo a la anónima mujer que lo atendió en la inmobiliaria. Sólo quería marcharse lejos unas semanas, a cualquier sitio frente al mar, donde no hubiera aglomeraciones de gente ni ruido. Ahora observaba la quietud de la zona desde el balconcillo del primer piso en el pequeño adosado, rodeado de macetas pobladas de geranios rojos e hibiscus con las corolas a punto de reventar. Mecía la hamaca quejumbrosa y en la mano sostenía una copa de tinto, doce grados en el interior del vaso y más de treinta en el exterior. No se movía una brizna de viento, y el sol se posaba sobre lo