La vida moderna
Y tu pulso tamborileaba en mis sienes y muñecas como diminutas patas de ciempiés. Y nos repartíamos los labios y los dientes y el hipo y del alfabeto las impares. Y en tus dedos yo tocaba mis canciones, dedos de teclas de celesta. Maga. Me queda un diecinueve por ciento de batería, y después me apagaré. Tú, que ya no tienes nombre ni rostro para mí, recargas ahora otras pilas, otros cuerpos que nos alejan inexorablemente. Irremediablemente. Parecía que tu clavija no podría encajar en ningún otro lugar que no fuera mi mente, que mi puerto era tu puerto y nada más, o eso prometías. Pero mis terminaciones nerviosas no eran tus únicas conexiones compatibles, y ahora gasto mi última energía, empecinada y malherida, en borrar tus datos. La malgasto. Tal vez ya no tengas nombre ni rostro, pero sigues siendo recuerdos. He conseguido provocarme lagunas considerables, incluso alterar mis archivos y modificarlos. Dejé entrar nuestro final como un virus en mi memoria y desconect...