Migajas
Empujó suavemente la puerta de la cocina, por miedo a que la madera fuera vieja y se quejara con un chirrido estruendoso. Una vez dentro, la volvió a cerrar con cuidado, y se encontró en medio de una tenue penumbra. Se dirigió hacia las ventanas y descorrió las cortinas de volantes fruncidos, que al moverse soltaron miles de partículas que brillaron con los haces de luz que empezaron a colarse por el cristal. En la estancia había un fuerte olor a plátanos maduros, que en seguida localizó en el centro de la mesa que presidía el lugar; amoratados, arrugados, encogiéndose sobre sí mismos, como si hubieran recibido una soberana paliza. Las paredes estaban recubiertas de armarios color ceniza, cuyas puertas dejaban entrever lo que había dentro a través de un vidrio tintado de verde: una vajilla en crema, tazas de loza, una tetera, enseres diversos y algún jarrón. Los tiradores de los cajones de latón brillaban en medio del resto de tonos mate. En el fregadero, se apilaban una serie de vasos y platos, abandonados a su suerte. Además de oler a fruta pasada, el ambiente exhalaba a cerrado, las superficies estaban cubiertas de una fina capa de polvo, y sus pisadas se iban marcando suavemente sobre el suelo de madera. Localizó una puerta entornada al otro lado de la habitación: la despensa. Con la misma prudencia la abrió y se coló dentro. Una estantería hasta el techo llenaba el pequeño cuarto, y, en ella, cientos de latas: conservas de bacalao y atún, sardinas en escabeche y mejillones en aceite, pimientos, guisantes, alubias, champiñones y otras verduras hervidas y enlatadas, tomate triturado, melocotones en almíbar y dulce de membrillo; sobre todo, dulce de membrillo. Pensó que por una lata de aquello no se notaría su incursión en el lugar. Encontró entre tanta hojalata un paquete abierto de biscotes, y, tras cerciorarse de que no estaba rancio, agarró unos cuantos, abrió la lata de membrillo y untó con él uno de los panes. Fue comiendo en su camino de regreso hasta la puerta de la cocina, con parada incluida en las cortinas que volvió a cerrar, de nuevo con tiento para no hacer ruido, sin percatarse, sin embargo, de que iba dejando, a su paso, un reguero culpable de migas de pan.
Una lección de como mezclar acción y descripción. Una maravillosa descripción (la mejor descripción total que te recuerdo). Me encanta como ésta engloba todo el texto.
ResponderEliminarCuando he acabado de leerlo (hace dos minutos), la impresión que me ha quedado es la de haber viajado dentro de un cuadro 3D de Zurbarán; bueno, y con sonido, olfato...
La figura de los plátanos pasados me ha estremecido. Desde la mera lógica matemáticas eso nunca se podrá comprender.
APLAUSOS
Tremendas palabras, un honor y un placer que te inspire eso :)
EliminarLas matemáticas tienen su poesía, pero no pueden explicar ciertas emociones que nos da la lectura :)
Abrazo!
Mira que se lo dije: "Coge los plátanos, que no dejan rastro". Pero él, erre que erre, testarudo hasta decir basta, fue a coger los biscotes como siempre, le pierden los biscotes. Y ahora me toca a mí fregotear el rastro de migas que deja cada vez que entra en la despensa :) Un besazo, poeta murcianica :)
ResponderEliminarJajajjaa es que los plátanos estaban ya demasiado maduros! Y así no le gustan! Jajaja Un abrazo gigante, desde Lorca con mucho cariño :)
Eliminar"... sin percatarse,sin embargo, de que iba dejando, a su paso, un reguero culpable de migas de pan."
ResponderEliminar... Pero por la noche, los ratones que campaban a sus anchas en estas cocina y despensa abandonadas, comieron cada miguita de biscote caída al suelo, borrando las huellas delatoras... Pero terminaron el dulce de membrillo también y esto sí que a mí, me fastidia porque me apetecía un poquito. :D
Un besote grandegrande, Patricia lechuza. :)))
Entonces, Framboise entró a la estancia y descubrió escondido, en uno de los cajones, otra lata de dulce de membrillo, aún más grande y deliciosa, y dio buena cuenta de ella, sonriendo, mientras se marchaba silbando de la cocina :)
EliminarUn abrazo gigante, y gracias siempre por tu ternura.
Creo que es bueno dejar migajas por los lugares que pasamos. Y, sobretodo, que nos las dejen. Luego, lo peor que nos puede ocurrir, es que tengamos que pasar la escoba.
ResponderEliminarBesote gordo Patri :)
Tienes razón gata, pues mira, si hay que pasar la escoba, se pasa, ¿no? :)
EliminarBesos y abrazos :)
Me gusta el relato, quizás una alegoría de las relaciones humanas.. en todo caso una ambigüedad muy bien construida. Pero lo que me parece antológico es el comienzo. Lees la primera frase y te vas a por las palomitas. Alguien abre una puerta... y teme que suene. Una sola frase da un sujeto que no sabemos quién es y promete una acción que puede ser CUALQUIER cosa (viaje al pasado, robo, agresión, curiosidad, visita sorpresa... :O!!)
ResponderEliminarGenial, como siempre :)
Yo invito a esas palomitas, Andoni :) Encantada de todo lo que siempre me dices, me gusta hacer pasar un buen rato leyéndome! A mí me encanta leerte en facebook (que es lo que más tiempo tengo de usar últimamente).
EliminarUn abrazo y gracias!
Ves esto confirma mi teoría según la cuál deberíamos ir todos montados en robots roomba.
ResponderEliminarhttps://www.youtube.com/watch?v=SajTWY9a0e0
Estás chalado :)
EliminarFELIZ NAVIDAD DE NUESTRA PARTE, PATRICIA!!! Y un brindis:
ResponderEliminarLOVE ALL YEAR!!!!
and
Por las funciones de cuadrado integrable!!!, jajajajajajaja...
Un besazo!!!
Gracias MIL :D
EliminarBrindo con vosotros, viva vuestra taberna! y las funciones de cuadrado integrable jajajajaj :)
Un besazo!