El regreso (a la tercera va la vencida)
Ahora que me pierdo las auroras de Madrid
y no suenan en las radios las canciones que te debo.
Ahora que en los bares ya no crecen crisantemos,
que regreso de muy lejos y no deshago el equipaje.
Ismael Serrano
El taxi huele a espuma de afeitar y a colonia barata. En la radio suena un éxito fatal de los noventa y el conductor le pisa incauto al acelerador. Seguro que tiene una cita cuando termine las carreras de la noche, pienso mientras observo su cuello enrojecido, iluminado por los faros de los coches. La carretera respira mojada; en este rincón del mundo parece que llovió.
Mientras conduce, yo aún vuelo lejos de aquí.
La semana cruzó como un relámpago, pero el calendario marcó a fuego meses. Que el avión llegara con retraso parecía un guiño a esa parte de mí que había dejado atrás. Aunque también había una nueva que volvía conmigo.
A veces hay sensaciones que eligen quedarse con nosotros, viajar en nuestra maleta, no desgastarse con el lavado del tiempo. Son esas prendas delicadas que hay que doblar con cuidado y poner a salvo de los ácaros, para que el paso de otros recuerdos no las maltrate. Una caja de postales donde escribir con premura la fecha y el porqué.
Y es que, cuando cambian el escenario y el color de la mirada, el prisma de la realidad nos parece decir: ¿dónde has estado todo este tiempo, por qué no descubriste este paisaje antes? Sacas la cámara con desesperación, queriendo abarcar lo inabarcable, queriendo anotar píxel a píxel una atmósfera que será difícil repetir.
En esas ando, mentalmente repasando cada fotograma, cada circunstancia y cada explicación, cuando el taxista corona el viaje con el frenazo final.
Antes de bajarme, encuentro una postal que aguarda estratégicamente colocada en el asiento trasero. 'Madrid en taxi', una mujer bailando junto a una farola. El conductor lanza mi maleta y se despide, el olor a afeitado que escuece se pierde en la negra noche y a mí me escuecen las despedidas. Por fortuna, Madrid se inventó para curar las heridas, aliviar el escozor y llover lluvia que reviva. Por fortuna, en realidad, el mirlo blanco aún vuela lejos de aquí.
"¿Dónde has estado todo este tiempo?"... Esto mismo me he preguntado yo muchas veces, entrando a ratos en tu espacio de puntillas y luego saliendo de igual forma pensando "sus motivos tendrá"...
ResponderEliminarY ayer ¡sorpresa! y sonrisa que brota: ha vuelto una lechuza :)
Desagradable taxista (tendría prisa por terminar el día, pobre) y lluvia reciben a la viajera... A mi, me gusta la lluvia, tan necesaria, que lava el ambiente cargado y reavive los colores.
Un besote y un abrazote...
y dejaré el azote para otro momento ;) (es broma: me alegra tu vuelta :)
Querida Fran, la lechuza ha vuelto , estaba de viaje viviendo cosas nuevas :) La verdad es que necesité desconectar para poder conectarme a otras cosas, y luego creo que se me olvidó el viaje de vuelta. Por suerte lo he recordado antes de que fuera tarde :)
EliminarMe alegra infinito ver que sigues por aquí, fue una verdadera alegría ver tu comentario. Ojalá todo siga bien en tu jardín de pompas :) Un abrazo enorme, ¡y coincidimos en que nos encanta la lluvia!
P.D. Azote merecido seguramente jajaja
Qué poco te prodigas últimamente por aquí, maja... ¡pero la espera ha valido la pena! Acojonante. ;-)
ResponderEliminarGracias Víctor :) Siempre te lo digo pero me dan la vida esas palabras. Intentaré pasarme más a menudo ;) Un abrazo!
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