Maremoto
Un día, a última hora,
tomaré el camino que lleva a la costa,
ese que se bifurca en miles de recodos
y no permite adivinar el mar final.
Pero, el mal final.
El mal final es ese que no te deja dormir,
que te atenaza las sienes y las manos,
y dibuja pesadillas en los rincones de la playa
hasta que despiertas de la vida.
Y el despertar.
Cuando tomas la curva en la tercera ola,
dos rocas a la derecha, una a la izquierda,
de frente hasta que te engulla la marea,
en el horizonte encontrarás el destino.
Pero, el desatino.
Ese día, a última hora,
el camino de la costa, las curvas, las rocas,
el timón dará un volantazo
y se cernirá una oscuridad de sal.
Y la salida.
Despertar, frente al mar enlatado,
mientras las sardinas huyen despavoridas
y el camino de la costa
no permite adivinar el mal final.
tomaré el camino que lleva a la costa,
ese que se bifurca en miles de recodos
y no permite adivinar el mar final.
Pero, el mal final.
El mal final es ese que no te deja dormir,
que te atenaza las sienes y las manos,
y dibuja pesadillas en los rincones de la playa
hasta que despiertas de la vida.
Y el despertar.
Cuando tomas la curva en la tercera ola,
dos rocas a la derecha, una a la izquierda,
de frente hasta que te engulla la marea,
en el horizonte encontrarás el destino.
Pero, el desatino.
Ese día, a última hora,
el camino de la costa, las curvas, las rocas,
el timón dará un volantazo
y se cernirá una oscuridad de sal.
Y la salida.
Despertar, frente al mar enlatado,
mientras las sardinas huyen despavoridas
y el camino de la costa
no permite adivinar el mal final.
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