Final de novela

He andado mucho durante todos estos años, y aunque mi vida no sea tan larga como la de otros, mis huesos se sienten lo suficientemente viejos como para saber que ha sido intensa y que ahora soy más sabia que cuando empezó todo.
 
Ahora sé que la tierra y el mar tienen un alma propia, que la naturaleza dispone de nosotros como si fuéramos pequeñas partículas dentro de su inmensidad, porque en realidad lo somos.
Conozco el interior de la gente y sus grados de oscuridad, la eterna escala de grises que muchos niegan pero que yo afirmo, lo cual no es un alivio, porque el más resplandeciente de los blancos puede volverse oscuro como la noche dentro de cualquier individuo.
He aprendido que da igual cuales sean tus creencias, porque fuera de ti no suelen valer nada si no las comparten los poderosos. Si tus convicciones no influencian a los que te rodean, vivirás en soledad dentro de tu cabeza, porque nadie más querrá ni podrá comprenderte.
He estudiado la esencia de lo superfluo y la pomposidad de lo grandioso, recogiendo lo sobrante como migajas de una sociedad resquebrajada por ese aroma corrupto que algunos llaman futuro. Y he temblado al darme cuenta de que todos han caído en el mismo sueño con los ojos cerrados.
Caminando por los años, me ha sobrecogido el hecho de que tal vez yo no tenga nada que perder, porque nadie me dio el derecho a poseer algo, y la idea de la esclavitud me repugna, incluido el aferrarme a un trozo de tierra. El comunismo y el sentimiento republicano llaman a mi puerta, pero me niego a darles ese nombre. Hace tiempo que dejé de creer en ninguna clase de política.


Así que ahora, con la espalda un poco más curvada y el cerebro más usado, me encuentro en medio de la que creo debe ser la utopía de todo hombre: la libertad y defensa del individualismo. Vive y deja vivir. Ser uno mismo, sin alardes de grandeza, en la elegancia del saber retirarse a tiempo, física y espiritualmente, de la fatiga que supone tener que luchar contra el sistema que uno sólo no puede vencer.
El único sistema que puede imponerse es el de la Tierra, porque no somos más que parte de su engranaje, cuya antigüedad debía de tirar a nuestros llamados líderes de espaldas contra la pared.


No hay más religión que la vida, y a ella deberíamos consagranos, antes de que sea demasiado tarde para dar paso a nuevos tiempos. Al mañana que ha de liberarnos.

Comentarios

  1. Ojalá los que mandan tuvieran esto tan claro, lamentablemente no es así.

    Nos creemos dueño de la naturaleza y ni siquiera somos capaces de dominarnos a nosotros mismos. Algún día entenderemos, quizás demasiado tarde, que no hemos sido ni una mota de polvo en la historia y que todo seguirá funcionando cuando dejemos de existir. (No viene a cuento en esta entrada pero si tienes tiempo, intenta ver el documental "La vida sin nosotros")

    Por eso no pienso pasarme el poco tiempo que tenga, complaciendo a otros y poniendo el culo, prefiero morir de pie, que vivir arrodillado y a quién no le guste, que corra, que castilla es muy ancha.

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    1. Gracias por el apunte del documental, me encanta poder ver cosicas de esas. Y suscribo todo lo que dices, ¿qué puedo añadir? Todo decepción y vergüenza ajena.
      Siempre que miro al cielo y veo las estrellas, o cuando estoy sentada enun sitio y veo a mucha gente pasar y el devenir de la ciudad, pienso lo mismo: en realidad, no somos nada aquí y apenas contamos.

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