No sé si la soledad era esto

Algunas veces
Estando solo estás acompañado
Haciendo nada
Jugando con el humo de un cigarro
O en la ventana
Mirando como nace el sol

Algunas veces, José Luis Perales


Juro que, algunas veces, me gustaría saber, querer, atreverme a fumar.
Sobre todo cuando me siento sola.
Como si el humo del cigarro fuera a aportarme la compañía que el alma desnuda necesita.
O acaso mejor, una excusa, de cómo matar el tiempo y matarme de paso un poco a mí.

En las últimas semanas vi algunas cosas.

Vi una película en la que el protagonista acaba arrastrando su voz tras la conversación indiferente de su enfermera que, impertérrita, le despacha como a otro anciano más que jugó mal sus cartas y se condenó a acabar sus días en la más hiriente soledad.

Vi a un señor mayor vestido de catedrático balancear sus pies en el banco de un parque mientras leía el periódico que, al acabar, volvió renqueando a casa, mendigando por el camino la atención de cuanto niño y niña se cruzaron bajo su vieja mirada.

Vi una cama vacía. Vi cómo una cama se enfriaba. Vi un corazón helado y un abandono.
Vi una mudanza a corazón abierto, sin anestesia. Vi otra película en la que uno de los dos acaba solo.
Vi un olvido. Vi un amigo que se alejaba. Vi una amiga que se marchaba.

En las últimas semanas volví a mirar a la soledad a la cara, vieja amiga, y volvió a faltarme al respeto. Volvió a recordarme a qué huele el miedo; porque las fobias intrínsecas saben a hierro y a sal, como las cicatrices. Pero qué diablos, saldremos de esta, le dije. Como salimos de todas las demás.

Mientras aprendo, quiero, me atrevo a fumar, seguiré, como dijo mi yo de 15 años, navegando en el mar de la soledad y dando palabras para no naufragar.

No sé si la soledad era esto, pero, por suerte, aún sé escribir.

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