Silencio, se rueda

Ven, anota esto, deprisa: aquella mujer, un día, sin más, amaneció y no volvió a hablar.

Se levantó de la cama, desperezándose aún miró a la pared vacía y, a sus pies, vio los cuadros que nunca se decide a colgar; fue hacia el espejo deslucido del baño, se escudriñó con la mirada aún dormida, posó los dedos pulgar e índice sobre su garganta; y algo dentro de ella la calló.

Así se abrirá la escena, no sabemos de momento nada más. De alguna manera tenemos que hacer entender al espectador, al comenzar la película, que esa mujer que nos es aún una completa desconocida ha decidido, ese preciso martes de un año bisiesto en su piso destartalado de Madrid, que no volverá jamás a pronunciar una palabra. Que se acabó.

Poco a poco iremos, claro, desvelando detalles de su vida, entreviendo qué la ha llevado a esa situación. Creo que se trata de una persona que siempre se ha sentido fuera de lugar, pero se ha visto obligada a disimularlo. Bueno, y quién no, pensará nuestro público. La protagonista, incluso callada, conectará fieramente con él. Esa mujer es ella y sus circunstancias. ¿Qué te parece?

Habrá que elegir a una actriz muy particular. Veo a un personaje con un rostro cualquiera, una edad cualquiera, una forma de andar cualquiera, pero que emprende siempre el camino como si supiera dónde va, aunque no tenga a nadie que la espere. Es una mujer en quien te fijarías en el metro y luego olvidarías, un torbellino callado, un absoluto desastre.

Aún no tengo claro cuánto ahondaremos en su pasado, si solo viviremos su nuevo presente con ella, ese escenario extraordinario en el que su entorno tendrá que acostumbrarse a que se ha decidido a no usar nunca jamás las cuerdas vocales. Perderá amigos, claro. La rechazará parte de su familia. La despedirán del trabajo y tendrá que reinventarse. Paladearemos con ella la rabia, nos pondremos de su parte, querremos gritarle a la pantalla. Se sentirá catastróficamente sola. Sentirá alivio por sentirse sola.

La película tendrá una banda sonora envolvente, que hará las veces de alter ego de nuestra misteriosa protagonista. Las canciones pondrán voz a sus pensamientos, a las cosas que ella no puede decir. Cuántas veces, ¿no es así?, nos hemos quedado mudos ante una persona, no hemos sabido expresar con palabras nuestros sentimientos, nos hemos creído incomprendidos, únicos en nuestra desolación, como si nuestro corazón fuera el primero sobre la faz de la Tierra que ha experimentado eso y, de pronto, ah, suena esa canción que recoge perfectamente todo a lo que no teníamos el valor de ponerle nombre. Ella lo dice todo con la música que resuena en su cabeza. Irá a conciertos, será protagonista pasiva; otras veces, en la pantalla, no escucharemos nada, seremos partícipes de su huelga sonora, del vacío más inmenso.

Oye, disculpa que te utilice de taquígrafo y de almohada donde reposar las ideas, necesito pensar en voz alta y dejar que esta historia fluya. Acaba de posarse en el nido de mi cabeza, como un ave del paraíso, como una aparición que amenazaba con desvanecerse si no la pronunciaba, ¿sabes? Qué contradicción. Esa mujer tan peculiar, que un día decide de pronto callarse, con una determinación férrea, se ha transformado en un pensamiento nube que cada vez afinaba más su forma, hasta que me ha gritado sin voz en la oreja: cuenta mi historia.

Sigamos, a vuelapluma. Voy a hacer que el espectador se sienta letraherido por la historia de esta mujer, sin utilizar siquiera ni una palabra que salga de su boca. Para eso está el cine, y la literatura, el arte, la cultura. Para dar voz a los que no la tienen.

Algo me dice que ella siempre quiso ver su vida pasar en celuloide, ser llevada a la gran pantalla, tener un magnífico altavoz delante y decidir, qué carajo, no usarlo. Por eso su historia va a tener un final de poesía, digno del mejor teatro.

Volvamos a la acción. En su casa, durante todo el filme, hemos ido atisbando los libros que pueblan sus estanterías, el tomo que acumula polvo en su mesilla, los ejemplares apilados en el alféizar interior de la ventana. De pronto, en un punto crítico de la historia, uno de esos libros empezará a adquirir más protagonismo. La mujer se sentirá atraída por él y lo escogerá para que nosotros también podamos verlo.

Como un animal cansado, como serpientes que hasta su boca alzan la cabeza, en las palabras calladas de la mujer leeremos los versos de Alfonsina Storni. Sabremos que el final está a punto de llegar: la protagonista que decidió no hablar empieza a sentir un letargo muy profundo. La película cae en un sueño.

Ahora mismo, el ave del paraíso que me susurra al oído su historia me dice que tenga cuidado, que trate con delicadeza este pensamiento. Atento, por favor, sigue escribiendo.

La mujer sale a la calle y se monta en su coche, agarra el volante y empieza a conducir, sin pausa, hacia el norte, donde siempre apunta la brújula de las buenas historias. Suena música de carretera, el espectador siente una nostalgia extraña y muchas ganas de soltar al aire lo que ella no dice.

Al final la encontraremos de pie, mirando al mar espeso, en la Costa da Morte. Los segundos pasan, el espectador contiene el aliento. En realidad, todo el mundo sabe ya lo que va a suceder.

Despacio, comienza a meterse en el mar, y su vida se funde con la de la poetisa. Las olas la arrullan, la sostienen y acarician, hacen que sus piernas se contoneen mientras su cuerpo se vuelve salino; después se tornan embravecidas, la embisten, casi la cubren por completo, la música suena cada vez más violenta y ella se deja llevar. El mar está haciendo el amor con ella. La petite mort. Por primera vez, en toda la película, sonríe.

Entonces, justo entonces, la vemos tersar el cuello, erguir la cabeza, abrir la boca, mover los labios, como si estuviera a punto, por primera vez en los noventa y ocho minutos que el espectador lleva viéndola en pantalla, de hablar. Su rostro cualquiera se vuelve inolvidable, su edad incierta se hace eterna, se convierte en cada uno de nosotros. Está a un gesto de entonar una palabra, de sentenciar su existencia con una frase, de gritar por fin lo que lleva toda una vida callando mientras el mar se la traga con pasión, pero sin miramientos.

Entonces, justo entonces, cuando el movimiento de sus labios comienza a coger una forma reconocible y el espectador se agarra al filo de la silla, cesa la música, se apagan las olas, el cine y su vida se funden a negro.



Comentarios

  1. Sigues siendo la de siempre. Con tu arte de siempre y mejor aún. Y me alegra volverte a leer :)
    Un abrazo ululado :)

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    1. Mi querida Fran, mil gracias. Echo de menos leernos y comentarnos, y sé que ha pasado tiempo pero sigo en Madrid, ojalá podamos vernos un día.

      Gracias por tus palabras que siempre me animan a seguir escribiendo. Gracias por recordarme que no he cambiado :)

      Mil abrazos de lechuza ululando :)

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