No saber perder
“A veces, cuando algún profesor termina la explicación y pregunta si ha quedado alguna duda, Sylvia tiene ganas de levantar la mano y decir sí, ¿podría volver a empezar desde el principio?, pero desde el principio del principio, desde que nacemos, porque aún no he comprendido nada en estos casi dieciséis años de vida."
David Trueba, Saber perder
Un día aprendes que tenías que desaprender muchísimas cosas.
Que no importa irse a la cama con los platos sin recoger, que lo urgente no lo es tanto si puede esperar a mañana, que la gente no va a actuar como tú esperas que lo haga, que tienes que estar en paz contigo misma antes que con nadie.
Septiembre huele a viejo este año. Aún así, tuve mi clásico momento de balance, antes de lo que para mí es año nuevo. Agosto ha terminado oliendo a otoño, a frío bajo las sábanas ahora que oscurece antes, a viento que empieza a arrastrar algunas hojas en Madrid. El verano acaba con todos los reencuentros que eran necesarios para volver a encontrarnos. Pero algo de septiembre huele a viejo, quizá a un viejo miedo que en realidad es muy nuevo.
En ese nuevo mundo impera la incertidumbre y los pragmáticos obsesionados con el paso del tiempo nos ahogamos. Aprendo a sobrellevarlo con el paso de los días y la vista puesta en un horizonte positivo en el que reina la serenidad. No siempre funciona, pero me lo repito.
Una galleta de la suerte me lo prometió a principios de año. Todo irá bien.
Un día te dices que tienes que aprender a dejar de intentar controlarlo todo. Simple y llanamente, no es posible. No puedes controlar el calendario, los impulsos, las apetencias; ni siquiera las tuyas propias. No puedes entenderlo todo, quizá no tienes que entenderlo todo. Pero qué difícil es saber perder.
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