Delta

Río Duero, río Duero, 
nadie a estar contigo baja, 
ya nadie quiere atender 
tu eterna estrofa olvidada,

sino los enamorados 
que preguntan por sus almas 
y siembran en tus espumas 
palabras de amor, palabras.

Gerardo Diego.

La mujer estaba sentada en el borde del banco, con la espalda todo lo recta que su edad le permitía y las piernas juntas, las manos apoyadas simétricamente sobre las rodillas y el bolso de flores colgando del hombro. El resto de su atuendo era negro y gris, al igual que su cabello, recogido en un moño bajo y ahuecado. Debía de pasar sobradamente los setenta y se erguía allí, al filo de las tablillas de madera, con la mirada perdida.
Me fijé en ella un rato después de estar yo misma sentada, apoyada en el muro que separaba el paseo de las inmediaciones del río. Había ido a caminar y tomar el aire, y elegí ese punto concreto por estar próximo a la pequeña cascada que se formaba en la corriente, fruto de un desnivel del terreno que allí presentaba dos alturas, provocando que el sonido del agua al fluir se asemejara casi al de las olas. Era además hermoso contemplar el pequeño salto del río, en el resto de su andadura casi estático, pero allí algo veloz y agitado, con dibujos y texturas en su superficie semejantes a la espuma. Si cerrabas los ojos y corría un poco de viento casi podías imaginarte junto al mar.
Permanecí allí unos minutos, observando el ir y venir de la gente, y reparé en ese elemento inmóvil que no variaba: la anciana mujer, aferrada a sus rodillas, en blanco y negro, con flores naciendo del hombro. Me pregunté a quién esperaría, pues su postura no indicaba estar, como yo, disfrutando simplemente del lugar y el momento. Estaba alerta, expectante, con ojos impacientes bajo las montañas de arrugas. O quizás no. Porque sin darme cuenta fue pasando el tiempo, el sol caía y yo permanecía allí, en el muro de piedra y con el río a mis espaldas, observando el perfil casi inerte de la mujer sólo roto por esporádicos pestañeos. Tal vez no esperaba a nadie, no esperaba nada.
Mientras mis ojos volaban de la cascada blanca de agua a la espalda de la señora, mientras el murmullo de la corriente y las pisadas por el paseo daban sonidos al atardecer, me asaltó, no sé porqué, una visión.

Imaginé a la mujer, mucho más joven, caminando por una playa, con el vello muy rubio en la parte baja de la espalda brillando al sol, y una voz grave susurrando detrás de ella, qué bien le sientas al mar. Y ella girándose, sorprendida, con las mejillas rojas, quemadas y ruborizadas, todo a una. Y él, con un traje de baño a rayas, repitiéndoselo ahora a la cara. Qué bien le sientas al mar. Y después mar adentro, nadando a la par, acercándose a un saliente de roca, buceando entre algunos corales. Y sumergidos, abriendo los ojos en el agua cristalina, mirando hacia el cielo como si fuera otro mundo, y en ese otro mundo chiquillos con bañadores de colores haciendo acrobacias sobre las rocas, su imagen distorsionada y las manos entrando al mar tratando de agarrar peces diminutos. Ese otro mundo fuera del mar viniéndose encima como una ola. Y otra vez fuera, creando dunas en la arena, y el día muriendo en esa realidad lejana y paralela, las manos entrelazadas y una promesa de sal, azul y verde. Y la puesta de sol ateriéndolos, y el abrazo más infinito y más largo del universo.
Y después, el tiempo. Después vi al gran astro apagarse, y una espalda ancha de hombre encogerse. Vi unos pies torpes arrastrándose por la arena, una camisa luchando por entrar en los brazos, aún más torpes, el sombrero cayendo al agua y la marejada alejándolo, las manos cansadas intentando abotonar con acierto, el temblor en el cuerpo y en el alma. Pero no vi ni rastro de ella.

Me estremecí y volví en mí, ya no había luz natural y las farolas se habían encendido, el río seguía fluyendo nocturno y en mi ensimismamiento la mujer había desaparecido. Me levanté del muro como quien se despierta de un sueño y miré alrededor. A lo lejos la vi, arrastrándose torpe por la calle, el hombro cansado sujetando el bolso de flores, y un temblor de estrellas sobre ella.
Regresé varias veces a aquel enclave a la misma hora, y en un par de ocasiones más coincidí con la mujer. La misma ropa oscura, el mismo porte recto sobre el banco de madera, la misma atención fija en sólo ella sabía qué, y sobre todo, el mismo sonido del río arrullándola, trayéndole recuerdos, tal vez, de un lejano mar al que ya no podía volver.

Comentarios

  1. El subconsciente que puntúa los títulos es parte del ser que le sienta tan y tan bien al mar.

    Te ha salido como un bloque de movimientos escritos: cómo se mueve la escena presente, la naturaleza con ella y desde quien la mira. Como entra en juego la mente de la narradora sin dejar de mano la naturaleza presente también. Yo me he "tintatransportado" allí. Técnicamente es.... creo que la palabra que más se ajusta es: nítido.

    Sobra decir que me ha encantado, pero lo dejo escrito aquí porque sé que te gusta y para que no se te olvide ;-)

    El secreto abuhardillado de tu tinta se deja caer de ti para dejarse ver lo que ha salido de tu sentir por tu mente y tus manos. Gracias por escribir así.

    PD: cierta frase me ha emocionado leerla, pero las emociones no se pueden plasmar como tales en las palabras, solo son representantes de ellas. El arte de la tinta...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Yo escribiendo en mi buhardilla y tú espiando mi tinta ;) gracias de nuevo, por leerme y compartir tu tinta conmigo también. Claro que me gusta leer que te ha gustado! Jajaja y que me especifiques las partes que más te remueven, y que valores, porque me lees al detalle.

      Por supuesto, esta entrada tenías que leerla porque una parte es tuya y de tu frase, que tanto me gustó :)

      Gracias y un abrazo JJ!

      Eliminar
  2. Patri, no te lo vas a creer pero, cada vez que veo una nueva entrada tuya, me reubico, me resitúo y me recoloco, tengo todo un ceremonial montado para leerte, en serio. Lío un cigarrillo y me siento con tiempo, sosiego, pausas y silencios.
    Son un placer los momentos como este.
    Relatos cortos maravillosos.
    Y es que tus historias piden eso, tiempo, paréntesis y atención.

    Tu historia de hoy me trae a la cabeza reminiscencias de alguna canción y, por supuesto, un nombre de mujer que siempre tiene que ver con el mar, ese elemento que tanto nos da y tanto nos quita.

    Un besazo, escritora de mis preferidas.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No es que no me lo crea, es que me parece increíble, maravilloso, extraordinario, el simple hecho ya de que me leas, y encima con ese placer y cuidado, me desborda, te lo agradezco de corazón. Cuando me llega un comentario como éste me emociono muchísimo, me hace inmensamente feliz. Gracias gata.
      Me alegra poder devolverte esa alegría a través de mis letras, gracias infinitas por leerme.
      El mar, siempre el mar... :)
      Un besazo enorme.

      Eliminar
  3. Cuántas mujeres (y hombres) hay sentadas (sentados) frente a sus recuerdos, mirando y sumergiéndose en sus mares lejanos pero no olvidados. Hasta el río Segura puede servirles como sustituto de las olas, como imagen nostálgica de un agua que fluye sin retorno. Qué bien le sientas al mar, zagalica :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Qué ojo tienes, zagal, no podía ser otra orilla que la de nuestro Segura la que me inspiró :) Aunque en muchos trechos esté estancada, también fluye, un poquico.
      Gracias Diego :=)

      Eliminar
  4. Tu estilo envuelve y mece suavemente, aunque la música susurre la más bella y desgarradora de las afirmaciones. El río que nos lleva y que nunca volverá al mismo mar. Como siempre, sobre la calma que recorre el mismo escalofrío, esos destellos como "un temblor de estrellas sobre ella" o "el mismo sonido del río arrullándola..."

    Siempre es un disfrute para los sentidos y para el alma...

    Besote! :)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. El disfrute es mío al leer vuestros comentarios. Nunca vuelve al mismo mar, pero al menos el río lleva esa música, mejor será a un río vacío y sin vida, ¿verdad? ;)
      Gracias, Andoni, de veras. Un beso enorme!

      Eliminar
  5. Pufff...Me ha encantado...Estoy emocionada Patricia...Hay tanta sensibilidad y tantas emociones que me ha desbordado la lectura...Y es que tus descripciones envuelven...

    Gracias, muchas gracias por recordarme que los recuerdos no son tan malos.

    Besitos maja! ;)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Me emociona poder emocionarte Sofya, gracias de CORAZÓN :)
      Gracias siempre a TI, la descripción no envuelve sin nadie que la lea. Los recuerdos aunque duelan, a veces, también acarician :)

      Un beso enorme!

      p.d. Yo también estoy emocionada, me acaban de llamar de la librería, han recibido un libro que pedí hace unas semanas ;) :)

      Eliminar
  6. Los bancos están llenos de historias reales, recordadas o imaginadas por quien las vive, evoca o cotillea.;)
    Creo que te conté que vi hace un verano a una pareja de ancianos sentados en un banco, en el paseo marítimo de mi playa preferida y el baile de sus manos me hizo fantasear también. :))
    Pero no tan bien como tú. Me maravillas, niña. :) es un gusto leerte.
    El mar te ha sentado bien, no me cabe duda :))
    Un mar de besos desde mi sierra.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. :) besos de la sierra recibidos, y palabras también recibidas y agradecidas, el gusto de que me leas es mío. ¡Sí! Creo que me lo contaste, los paseos marítimos y las playas dan para tanto y para soñar despiertos :) Me encantan los bancos, me molesta mucho que en español designe también esa palabra al edificio gris y feo donde hay historias últimamente no tan bonitas.
      Mil besos desde la ciudad del Sol para ti :)

      Eliminar
  7. NO TE DIGO CÓMO ESCRIBES PORQUE:

    -Ya te lo he dicho
    -Dirás que te hago la pelota

    Peeeeeeeeero, teeeeeeeeeeela telita tela...

    En esos lugares de asiento pueden verse muchas cosas, muchas. Muchas son el reflejo de la primavera vital y otras de su otoño e invierno. Todas, sin embargo, guardan ese algo que tiene la fugacidad (quiero decir que si vuelves al cabo del rato, aligual ya no hay nadie o hay otros)

    Un besazo!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. :D :D :D :D :D tú dímelo siempre que quieras porque aunque no me lo termine de creer por causas personales, no pensaré nunca que me haces la pelota (¿para qué?) sino que me reconfortará y animará muchísimo a seguir :)
      Desde luego! Los bancos tienen eso, que son asiento de miles de historias pero tan efímeras, que hay que estar muy atento para verlas (o imaginarlas) :)
      Gracias y mil veces gracias, un besazo doble!

      Eliminar

Publicar un comentario