La ratonera

Al principio no fui capaz de desentrañarlos y los ruidos simplemente se sucedían a distintas horas del día, pero poco a poco he ido dándoles forma y asignándoles una historia.

Podemos decir que habito en una suerte de caja rectangular, en la que a veces me siento como un ratón compartiendo espacio con otros roedores, los pasillos de mi edificio son largos y llenos de puertas que amplían esa sensación de ratonera. Esos otros ratones hacen algunos ruidos, y aunque antes me importunaban, he tomado por costumbre adornarlos y transformarlos en sonidos llenos de literatura, nostalgia y sonrisas.

Desde el techo me llegan pulsaciones de tacón de aguja, normalmente a mediodía, durante un rato bastante largo. He pensado alguna vez en sacar mi vena filantrópica y regalarle a la desconocida un par de mullidas zapatillas, pero no puedo dejar de deleitarme en ese latido tan armónico y bien pausado, como si en verdad estar en su casa con tacones durante dos horas fuera la cosa más cómoda del mundo. Me gusta imaginarme a una mujer espigada, de edad madura, que deja el maletín en la mesa al entrar y se pone un delantal para hacerse la comida sin descalzarse. El estilo se lleva hasta en la sopa.
En la pared de la derecha se oye poca cosa, pero de vez en cuando, en las horas más insospechadas, a veces incluso de madrugada, una lavadora vibra como loca haciendo temblar mi tabique. Desde aquella peli sobre una vida y unos cuantos minutos y desde mis horas belgas en la lavandería, le tengo mucho cariño a las lavadoras; aunque a veces confieso que me da miedo que el bambaleo me tire la casa abajo. Fantaseo con que ese tambor esté lleno de calcetines, cientos de calcetines, todos mezclados y buscando a su par, algunos solteros esperando un nuevo matrimonio, otros viejos con agujeros pensando en si será ése su último lavado. Creo que allí debe vivir una chica joven que hace locuras y pone lavadoras a las tantas mientras cocina pasta aún borracha.
A la izquierda, vive un televisor que sólo parece emitir los partidos de fútbol. Gracias a él sé cuando está mi hermano en el sofá de mi (verdadera) casa agitando en alto el papel de la quiniela, seguramente blasfemando e insultando al árbitro por haberle hecho perder otros cuatro euros. Yo sigo siendo paciente, me ha prometido que cuando acierte y se haga millonario me comprará todas las libretas de Paperblanks que quiera. El caso es que cada vez que oigo el aparato encendido me imagino a un hombre mayor que ha decidido aislarse del mundo televisivo, de sus shows y sus mentiras, de las noticias, de las malas y las buenas, y que sólo usa la caja boba para distraerse viendo a unos cuántos tíos correr tras una pelota mientras él desconecta y se bebe una Estrella Levante muy fría. A veces imito al personaje que he creado y brindo con él y con el rumor de su televisor.
Por último, la pared de en frente, mi favorita. Los sonidos que provenían de ella han cambiado durante estos meses: antes tenía voces extranjeras y ruidos de muelles y jadeos; ahora, suena algo mucho más especial y único. Cada día, muy temprano, me despierto con un golpeteo extraño, colindante a mi cama. Un ruido arítmico: unos cuantos golpes breves, normalmente tres, un espacio corto de silencio, los golpes secos de nuevo, y así durante un rato. No tengo ni la más remota idea de cuál puede ser el verdadero origen de ese ruido, pero sé el recuerdo impagable que me viene a la cabeza cada vez que lo escucho. Una casa en la playa. Un abuelo en el aseo. Una nieta expectante en el pasillo para contemplar el ritual. Una brocha mojada en espuma de afeitar. Una mano de carpintero dibujando círculos en una piel aún joven. Una navaja experta suavizando esa piel. Y entonces, los golpes en el lavabo tras enjuagar los utensilios para eliminar los restos y sacudir el agua. Uno, dos, tres. Y vuelta a empezar para pulir el rasurado. Ahora, diez años después, escucho sonidos parecidos que me recuerdan esos días de sal y cuentos en la terraza tras el afeitado. Y aunque la ropa interior del tendedero en el patio de luces desvela que en ese lado de mi caja de zapatos vive una chica, prefiero seguir soñando con un abuelo que se quita veinte años de encima mientras crea cuentos.

Éstas son historias inventadas a las que no les he puesto rostro y de lo cual me alegro. Cada vez que salgo de mi estudio, antes oteo por la mirilla y compruebo que no haya luz en el pasillo, espero y aguzo el oído para asegurarme de que no se oyen pasos en la lejanía, pues no quiero desbrozar mis cuentos sonoros y prefiero continuar compartiendo mi ratonera con esas vidas anónimas, para sentir que la mía también sigue siéndolo y poder preguntarme: ¿y ellos, qué deducen ellos de mis sonidos? ¿Se imaginan, por un momento, quién soy?

Comentarios

  1. Es curioso, Patricia, en mi caja de zapatos caravaqueña (donde estoy ahora) me ocurre algo parecido a lo que (tan bien) describes. Sobre todo, en lo que refieres sobre los taconeos del piso de arriba, aunque llevo un año sin escucharlos. Todos los días a las ocho de la mañana, unos pasos sobre mi cama, una puerta que se cierra y el sonido filtrado de un ascensor que acude al cuarto izquierda. Siempre me pregunté a quién pertenecerían. Una mujer joven, sin duda, que vive sola y acude presurosa a su trabajo, quizás en el hospital tan próximo. Y claro, acabas idealizándola y convirtiéndola en algo que no es seguramente, y, como bien escribes, con el miedo de encontrarla un día en el ascensor y que acabe el misterio. Mi vecina superior se fue, acabaron los taconeos apresurados. Pero dejó su magia. (Ahora me despierta el camión de la basura a las seis de la mañana, mucho menos poético :)

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    1. Jajaja yo viví en un sitio donde me despertaban los camiones estos que limpian las calles y no, no era nada poético. Tengo que decir que me alegro de que nunca la vieras, la magia escasea y hay que cuidarla y protegerla. Idealizar es bonito y mágico. Gracias por contarme tu historia Diego, la añado a los sonidos misteriosos de las cajas de ratones murcianas.

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  2. "Estoy casi segura de que es una chica, y lo estoy por muchos detalles que ni siquiera sé explicar. Sus pisadas de gata y sus actividades casi insonoras me hacen pensar que es delicada y tímida. Además nunca se deja ver en la escalera. Yo la llamo la chica invisible. A veces fantaseo que me cruzo con ella y que es guapa y que ella me dice que piensa en mi, aún sin conocerme"
    (la chica-recuerdos-abuelo)

    ;)

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    1. :) :) gracias por el aporte extra! :D creo que se puede pensar muchísimo en una persona sin conocerla, por ese mismo motivo!

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  3. Probablemente (a menos que hagas mucho ruido) no se lo imaginen, y te lo digo porque hasta que no he leído esto no me ha dado por fijarme en los sonidos de ese modo, imaginando una historia detrás de la pared. Aunque bueno, igual hay otro escritor en la ratonera, expectante al movimiento de las ruedas del resto de ratoncitos.

    Un abrazo!

    Pd: También es verdad que ya conozco a todos mis vecinos, tengo poco margen de idealización.

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    1. A veces hago ruido, pero normalmente me porto bien. Sólo han venido una vez a llamarme la atención (los universitarios, que no tenemos vergüenza con la música...¡para una vez que la puse por la noche!)
      Imagina vidas secretas de tus vecinos :D la doble vida!
      Abrazos!

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  4. Texto acústico. Y con "acústico" quiero decir que conforme lo leía me imaginaba a una voz de mujer indemne contándolo por la radio. A mí me ha llegado con una entonación humana de cuento intachable. Esto es estilo.
    Aunque no me gustan las ratoneras, y siento que el estilo no se mide en zapatos de tacón, tengo que admitir que hay cierto trozos que me han llegado.
    Tienes imaginación, tienes talento, tienes tinta, tienes arte... y yo siento que tengo poco más que añadir. Tu maestría habla a quien la lee por sí sola.

    Gracias por escribir (sé que siempre lo digo pero es así la gratitud, no sé demostrarla ahora mismo de otra manera). Genial ;-)

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    1. Pues yo también lo digo siempre, pero gracias a ti por leer, y me demuestras tu gratitud cada día :D (añadido al mural de inspiración ;)
      Tengo tengo tengo...tenemos, tenemos :)
      Abrazos JJ!

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  5. Yo conozco a mis vecinos y no puedo fantasear con esos sonidos que escucho...Una lástima, porque tu imaginación y tu creatividad me han dejado sin habla y yo no podré imaginar ni crear personas o personajes mientras escucho sus ruidos...Has creado un gran texto, me ha encantado la naturalidad con la que transcurre tu imaginación por sus líneas.

    Un abrazo Patricia

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    1. ¡¡¡Me halagas tanto Sofya!!! :D Me colma que te dé esa impresión, y sí que puedes, aunque los conozcas, ni todos somos lo que aparentamos ser, ni todos somos todo lo que decimos ser. Que nada nos deje sin imaginación o ganas de ser creativos :)

      Gracias de nuevo, abrazos de vuelta

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  6. En mi último piso, la vecina de arriba llevaba zuecos con suela de madera, los del D. tenía cuatro "angelitos" gozando de mucha salud, estudiando flauta y jugando a las canicas en casa, los del A tenían un perro que sustituía al timbre de todos y los del B se llevaban a matar y a gritos...
    Menos mal, en esa época, yo paraba muy poco en casa porque mis vecinos no dejaban sitio a la imaginación y no te sabes mi felicidad desde que me despiertan la fantasía, las ranas y los sapos, los ruiseñores y los mirlos :D
    Si eres tan silenciosa y atenta como para oír la vida de tus vecinos, si no te dejas ver ni por el pasillo... pensarán que tu ratonera está sin alquilar ;)
    Pero nosotros sabemos que existes... o ¿no?... aunque no sepamos quién eres...
    Besotes de tu vecina lejana :))

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    1. Me leéis, así que sabéis quién soy quizá mejor que algunos que sí me conocen. Existo, existo, aunque a veces me lo cuestione. ¿Y tú? :) :)
      Me imagino tus nuevos sonidos mañaneros y me alegro mucho por ti, no hay mejor despertar que ése, porque los ruidos pasan a ser eso, sonidos.
      Gracias por leerme Fram, besos de vuelta, vecina del aire y del bosque.

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  7. Qué maravilla de texto... imágenes de varias realidades distintas (señora mayor con clase, chica haciendo locuras, hombre abandonado a la tele...), recuerdos de familia y saltos al hogar y al pasado... con sonidos y objetos llenos de vida. Es también una lección, porque la protagonista es tu mirada entrañable y creadora. Esto responde a la pregunta de si es real o no... lo real es lo que tú ves. Quizás por eso es tan agradable la lectura. Empecé leyéndolo solo, pero al poquito me acompañaba mi sonrisa. O la tuya, al fin y al cabo. Lo he disfrutado un montón :)

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    1. Si lo has disfrutado, yo sonrío más :D Qué bien que te guste y lo valores así. Como dijo García Márquez, la vida no es la que uno vivió sino la que uno recuerda y como la recuerda para contarla, así pues, puedo contar las historias de mis personajes de la ratonera casi como si fueran reales ;)
      Gracias por leerme y aún más por gustarte!

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  8. Pues yo no tengo dudas con los que viven a mi alrededor.
    Arriba nadie.
    Debajo nadie.
    Y a la izquierda tampoco nadie.

    Pero eso sí, a la derecha no paro de escuchar todos los ruiditos que provocan una familia gatuna (será el destino...) que vive en esa medio casa abandonada. Nos conocemos por que no paramos de mirarnos cada vez que entramos y salimos por nuestras puertas destartaladas. Pero no nos hablamos, bueno, no me hablan, por que yo sí que lo intento pero ellos siempre van a su bola.

    Un besazo.

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    1. Jajaja aunque no te hablen seguro que te escuchan y te sienten. No es mala vecindad una familia de gatitos, debes sentirte en tu elemento :D
      Muchas gracias por leerme, besos de vuelta a ti y tu familia vecina

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  9. Llevo unos días pensando en qué decirte. Y la verdad que una y otra vez sólo puedo decir lo cojonudo que está escrito este texto.

    Ayer por la tarde, empecé a escuchar ruidos en casa que antes habían pasado desapercibidos y jugué un poco a imaginar vidas, lo reconozco, yo soy de los que no conocen mucho a sus vecinos, entro salgo, hola y adiós y poco más. Supongo que me pierdo cosas pero también gano. De momento un cierto halo de misterio que viene muy bien para escribir.

    Chapeau.

    Uh-uh (un búho ululando) y batiendo alas.

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    1. Pues con decirme eso ya me mandas a las nubes sin necesidad de batir mis alas :D

      Yo creo que al final ganas, en emoción y tranquilidad, siempre hay tiempo de ir a pedir sal o azúcar (yo una vez tuve que ir a pedir huevos, pero fue en otro edificio jajaja).

      Merci! :D uh-uh

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  10. Ahora escucho las ruedas de una maleta , una voz femenina, un adiós, un hasta luego o quizás una ida sin retorno. Suena el portazo de una vieja camioneta el motor arranca una luz parpita. Se va, se aleja, deja solitario el asfalto que ahora es mas frío, una linea blanca marca la dirección de la huida, del adiós doloroso.
    Me inspiran tus escritos eres combustible, esencia pura cuando te leemos, besos.

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    1. Me encanta "la línea blanca que marca la dirección de la huida", la línea blanca sobre el asfalto negro, entre hasta luego y hasta nunca.
      Gracias por leerme pedro, si soy combustible es gracias a cerillas como tú cuando me leéis :)
      Besos y abrazos.

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