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Mostrando entradas de agosto, 2013

The taste of completeness

The most perfect figure in the world is the circle. There does not exist a better shape with more mathematical properties and results. Put your finger in a point, move it with the same radius according to a centre and form a perfect circunference. Now, try to do the same with your life. Exactly. Why would you like to do it? We are supposed to walk along during the life, following our steps in order to improve, to move away and to create a better ego in the next stop. But most of times, we realize we've been walking in circles. Too often one confirms that the start point is the same as the finish line. And I'm still trying to figure out if in this case that's a good property, or not. The circle can also be used as a metaphor of periods of our existence. I call a period of existence a quantity of time when you are focusing in some specific objective: the period of studying in the university, the period of finding a job, the period of being promoted, the period of hav...

Psicodelia

Llegó un momento en que la música retumbaba demasiado fuerte dentro de su cabeza, los movimientos frenéticos la mareaban y el olor a cuerpos sudados se mezclaba en todos sus poros. Algo iba mal y la incomodaba. Se sacó otra pastilla del bolsillo y al minuto las luces eran de nuevo fantasía e infinidad. Los sonidos excitaban sus sentidos y su alma se manifestaba en movimientos rítmicos y artísticos. Ella era psicodelia, y la psicodelia era ella. Empezó a viajar de nuevo, a un mundo de colores brillantes y formas geométricas que se materializaban ante sus ojos cerrados, y cuando los abría la realidad giraba y se hacía menos real que nunca. Movía sus brazos con una dificultad no exenta de majestuosidad, y sus pies se confundían con el suelo. Ella se hacía uno con el entorno, y el entorno era tan homogéneo y simétrico que parecía de mentira. El instante era eterno, las voces hablaban por horas y la música se alargaba hasta el techo. Del techo brotaba también humo, crecía en espirales...

#4 Tiempo de arena. (Biblioteca de cámara)

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"El pasado es un peso del que hay que saber liberarse para que no se convierta en tristeza.  El pasado sólo es arena depositada en el globo inferior de un reloj. Tiempo de arena silenciosa y quieta, que sólo tiene sentido si una mano la hace girar y le devuelve el movimiento. (...) Tiempo para llorar, para calmarse, para reflexionar, para conocer sus verdaderos orígenes y para resolver cómo recuperarlos. Otra vez el tiempo y la paciencia...  Tiempo de arena." Inma Chacón Éste es uno de esos libros que de entrada me conquistan por su título, y por frases y párrafos como el anterior. Sin embargo, no se trata sólo de una novela muy bien escrita, con prosa cuidada y una narración histórica admirable; esta novela tiene algo más que me atrapó, y es que gira entorno a personajes centrales con una característica común: son mujeres. Tres hermanas, cada una de las cuales tiene momentos de gloria durante las páginas, cada una se mueve por unas pasiones e ideale...

Suena el timbre

Se quita las gafas, se suelta el pelo, los libros vuelan. El mundo me, le, se sonríe.

Habitación 238

Voy a quedarme con él un tiempo, no quiero obligarle a que se vaya.  Me divierte la idea de que está en mis manos, en mis pies o en mi boca la posibilidad de forzarle a marcharse. Está en cualquier parte de mi cuerpo en realidad, pero sobre todo fantaseo con acercar mis manos y hacerlas chocar. Llenar el silencio de aplausos. Hay algo de tétrico en ello, aplausos en medio de un cuarto vacío; las palmas se multiplicarían por la magia del eco. También hay algo que me pesa en la garganta. Siento sonidos macerándose ahí abajo, hay unos dedos invisibles tocando mis cuerdas vocales, tentándome a expulsarlos y gritarlos, pero con la mente los obligo a parar. No, no quiero hablar, no quiero chillar, aún no estoy tan loca. Quiero que el silencio se quede conmigo un poco más. Además, pronto el ruido aparecerá por sí solo, el ruido siempre tiende a inundarlo todo de forma natural, como si el espacio le perteneciera. Ahora que puedo, quiero disfrutar de su ausencia. Estoy conmigo mi...

Un profeta llamado Tú

Hace poco estuve hablando con un amigo, y sin pensarlo mucho, me vino a la boca decirle, como halago, que era "mi ejemplo a seguir". Lo mencioné haciendo referencia a que admiraba el camino que estaba trazando y logrando, en el ámbito de estudios y profesional. Pero éste amigo mío cuando se habla de negocios o de zalamerías es muy serio y correcto, lo cual también valoro, y me contestó: "Síguete a ti misma, no merece la pena seguir a nadie más".  La conversación no avanzó mucho más y cada gorrión a su nido, y cada facebook a otro hilo de mensajes, pero yo me quedé dándole vueltas. No es que mi amigo haya creado una nueva filosofía con lo de tu único ejemplo a seguir debes ser tú mismo, pero sí que me sirvió de pretexto para reflexionar sobre el tema. Y como reflexiono mejor cuando lo escribo, aquí va mi aporte en forma de comentario aburrido de texto, más que nada, para recordármelo a mí misma cuando me haga falta. El camino del "éxito" tiene, entre ...

Paréntesis

Hoy es un día de esos que no tienen nombre pero que sólo te pertenecen a ti, un día impropio con nombre propio que me niego a decir. Un día lleno de un vacío que lo llena todo. Hoy se me desparrama el café por la taza, una y dos y tres veces, aunque a la cuarta entiendo que ahora la taquicardia es justificada. Hoy no encuentro el abrigo pero me niego a cerrar la ventana. Hoy pido sin decirlo un alto el fuego, enviando señales de humo mientras me caliento, o lo intento. Y respiro el humo y su veneno a medio pulmón.  Porque hoy funciono a medias como un trasto viejo. Y mientras el hoy se va acabando llega el reloj a una encrucijada. Se me está agotando el día y la señal aún no ha venido aunque no me haya movido de casa. Hoy es un día en que ni la poesía me salva, en que las ojeras hacen sombra en mis clavículas. Hoy busco mi nombre en la sala de espera pero no llega la cita. Hoy ladro blasfemias en un lenguaje que nadie entiende, y cuando hasta mis paredes se aburren d...

Cuento de verano V

Las ramas de los árboles caducos estaban tan secas que parecían espantapájaros, y los pájaros espantados preferían posarse en los viejos cables telefónicos. Por la obsoleta carretera hacía meses que no pasaba un coche. Algunos plásticos negros de los antiguos invernaderos se arrastraban por el suelo como sombras en la noche, aunque estaba empezando a llegar el atardecer. La tierra marrón y árida comenzaba a colorearse de un naranja opaco, pero por el horizonte venían destellos tan ardientes como el magma. Un volcán sin cráter había estallado hacía minutos, y las llamas de lava corrían más rápido que el Sol corre hacia su escondite entre las montañas. Los matorrales y arbustos notaron el calor en las raíces, los pinos de las laderas se agitaban y las piedras se caldeaban. El fuego avanzaba a pasos de gigante y el paisaje era un enano sin piernas. La anterior calma que precedía al ocaso se había visto sacudida. Las fauces del fuego comenzaron a devorar los postes eléctricos, las d...

Cuento de verano IV

La decadencia. Llegó sin avisar una tarde de agosto, aunque en verdad sí había mandado algunos avisos que no quisimos ver. Pero ese día tocó a la puerta con una realidad innegable y tuvimos que reconocerla y llamarla por su nombre. Y cuando se le pone nombre a las cosas ya no hay forma de ignorarlas. Éramos sólo dos y otras veces dos solos, compañía o soledad. Y las grietas se fueron abriendo paso entre nosotros, en los muros de la casa que habíamos construido. Creímos que bastaba habitarla para conservarla, que bastaba hacerla latir para mantenerla sana. Pero la costumbre convirtió en ruinas los cimientos y la falta de estímulos enfermó el corazón. El declive nos sorprendió en medio de telarañas y silencios, conviviendo con insectos de patas tan largas como la distancia que nos separaba. Nos creíamos tan cerca, y ese día algo nos abrió los ojos y nos despertó. Y al despertar vimos cortinas de humo entre los dos, sillas que no se sostenían y una cama partida por la mitad, ve...

Cuento de verano III

Home is where the heart is. Empezaste a hacer las maletas otra vez. Quién sabe cuantas maletas habrás llenado a lo largo de tu vida, cuantos destinos habrás decidido tomar. Yo hace tiempo que paré de contar despedidas. Con tu metodología sistemática doblabas la ropa y colocabas algunas piezas del rompecabezas pulcramente ordenadas. El resto lo dejabas atrás. Las piezas que ya no encajarían allí donde ibas. Nunca desplazabas recuerdos, los detalles físicos se perdían, y en aquel entonces yo no sabía si viajabas con algo en la memoria. Todo tenía lugar a lo largo de más o menos una semana. De pronto empezabas a mostrarte taciturna, impaciente, los días te iban poniendo de peor humor; dabas vueltas por las habitaciones, encerrada como en una jaula, salías a correr más de lo normal. Hasta que una mañana agarrabas el teléfono y dabas parte al dueño de la casa de que cesaba el alquiler, colgabas y me mirabas susurrando lo siento.  Después gritabas diciendo que no aguantabas ...

Cuento de verano II

Se levantó con un buen humor inusual. Cogió su taza favorita y la llenó de agua caliente y unas hojas de té. Cuando agarró el tarro de azúcar se lo acercó a la nariz para asegurarse de que no lo estaba confundiendo otra vez con la sal, pero se ensimismó y respiró sin querer cerca del borde. Los granos blancos volaron silenciosamente y se esparcieron por todas partes, pero no le importó. Abrió las cortinas que ondeaban con la brisa vespertina y sacudió la alfombra por la ventana. Hacía años que no hacía la cama, le encantaba ver la sábana blanca desparramada por la superficie. Se lavó la cara con agua salada y decidió que eran suficientes preparativos. Acercó la mesa a la ventana y se sentó en la silla. La altura del alféizar era perfecta y podía contemplar todo el mar. Entonces cerró los ojos y respiró. Aspiró el olor del té, de la sal y del agua. Abrió los ojos y dio un sorbo.  Estaba preparada. Extendió ante sí un gran papel blanco y eligió uno de los lápices, de l...

Cuento de verano I

Hoy es uno de esos días en que el cielo se confunde con el mar, en que no existe horizonte y por la ventana se ve una extensión azul interminable, como si el fin del mundo hubiera llegado y todo se plegara sobre sí mismo.  El fin del mundo llegó hace tiempo. Hoy zarpó otro barco y decidí que la calma había llegado a puerto y que también debía llegar a mi cama, así que he puesto la caja en la puerta. El marrón contrasta con su pintura azul y con la pared blanca. Dentro de ella están todas esas cosas que quizás ya hayas olvidado y que yo quiero olvidar. Esa caja es la barca de la memoria, de la memoria física; de la otra podría llenar flotas enteras. Hoy tomé esa decisión y mientras las nubes flotan en el agua cierro la puerta por dentro, y la caja queda fuera, y su contenido fuera de mí. Las postales de París, la servilleta de aquel bar, el autoretrato en carboncillo, el primer juego de sábanas, el CD que grabaste para mi coche, las entradas del concierto donde nos besa...