Hamburguesa y granizado, por favor.

- Todos tenemos bajones.
- Yo a veces tengo subidas.
- Sé lo que es eso.
- Quizá podría ponerlo en mi epitafio.
- La vida es una montaña rusa.
- Tras una vida abajo, le llegó su última subida.
- Pero tú de rusa tienes poco, y de montaña menos.
- Soy débil como una hoja.
- Estamos en verano, prepárate para el otoño.
- Sé que voy a volver a caer.
- Has perdido el tiempo demasiado.
- ¿Vas a enseñarme tú a recuperarlo?
- No, en realidad lo perdemos juntos.
- Eso está mejor, dentro de lo peor.
- Yo también me pierdo a veces.
- ¿Y te encuentra alguien?
- A veces Dios.
- Venga, para la imitación.
- Perdona, hija.
- No tienes remedio.
- Soy un chiste malo.
- Y yo soy mala.
- Mala malísima, arpía.
- Una víbora.
- No te muerdas que te envenenas.
- No tengo remedio.
- Menuda perdición, lo peor es autoconsolarse.
- Es que a mí no me consuela nadie.
- Porque tú eres el consolador.
- Ahora te pones obsceno, lo que da de sí la tarde.
- Perdona, pero tú no necesitas consuelo, abre los ojos.
- Me encandilo.
- Que viva nuestro sol.
- Que viva, ¿y mientras qué? Que se acerca el otoño.
- Ya te lo he dicho, abre los ojos y agárrate a la rama.
- Sí, maestro.
- Muy bien, promete que intentarás ser más fuerte.
- Te lo prometo.
- Así no.
- Me lo prometo.
- Correcto.
- Gracias.
- Habrá más tardes, si las necesitas.
- Lo sé, gracias.
- Gracia, ¡menuda gracia tengo!
- Muy bien payaso... ¿te hace una hamburguesa?
- Que sean dos, ¿y leche preparada?
- Pues tu verás.

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