Otoños lejanos
Me asomé al que antes era el remanso de tu mirada y encontré un abismo al que caí, desbordándome por el acantilado como la poesía por tus ojos, con un iris becqueriano más desgastado que el amor y más inmenso que el océano.
Me asomé y encontré un deshielo imparable, un cuentagotas infinito de lágrimas que se derretía y amenazaba con inundarlo todo, agonicé por un instante en el frío glacial de tus pupilas que centellearon brillantes y mojadas, y la cascada atronó en tu valle.
Te contemplé por detrás de tu propio reflejo, atravesé el páramo de tu expresión vacía y aguada y miré más allá, en la lejanía, y entonces regresé y me coloqué justo en frente de ti. Me pregunté entonces cuanto hacía que no te observaba así, desnuda, transparente y traslúcida; la luz se iba colando en tus poros y tus ojos se volvían espejo de lo que yo veía de ti, haciéndote un espejismo aún más inverosímil.
Por fin rompiste a llorar.
Detrás de aquella estatua momentánea de hielo te desmoronaste y no me dejaste seguir quieto, analizándote, buscando explicación al mármol de tu rostro. Rompiste a llorar y supe que el océano me había alcanzado, y me sentí como un bote a la deriva sin brújula ni norte, con la orilla tan lejana como tu mano cerrada en un puño tembloroso. Mi barca había chocado contra tu iceberg. Este era el final, y aunque he llenado páginas en blanco desde aquel Otoño intentando comprenderlo, sé que la lógica no regía tus reglas, sé que eras una nube y yo tu jaula, sé que necesitabas salir al bosque y arrancar las hojas y llover tormentas, todas las tormentas que tenías acumuladas y que te estaban ahogando. Porque tú eras de otro planeta y yo tenía los pies en la tierra, y para el amor hay que levantarlos y dejarse llevar.
Entro, te leo, mis ojos se enganchan con palabras familiares, llenas de recuerdos y añoranzas.
ResponderEliminarY salgo sin haber podido decir nada.
Y vuelvo. Y releo. Y me quedo muda antes tanta sensibilidad tan bien vertida a traves de las teclas.
Y al final, yo tampoco sé que decirte hoy.
No encuentro la palabra, el adjetivo exactos para decir.
Me ha gustado mucho.
Abrazote grande. Y sonrisa.
Algo parecido me pasa a mí al leer tus comentarios, me honra que te guste y también me honra tocarte la fibra sensible, siempre y cuando esa fibra no duela y solo se emocione. Para ello te mando un abrazo lleno de buenos recuerdos y añoranzas felices, un beso enorme.
EliminarEsta entrada aceptaría un remix bestial. Buen material :-)
ResponderEliminarPD: El otoño de cristal se rompe y debajo solo hay un enclenque muñeco de madera, pero más vivo que todos los materialismos que le rodean. Cuando el otoño deja de llorar es cuando asoma el invierno.
Remixea, Joseja Jean jajaja
EliminarUmmm para mí que el invierno es justo eso, las lágrimas del otoño ;) Gracias por leerme y comentarme, como siempre y con madera.