Cuando la ciudad es una trampa y tu país su aliado

Recorro las calles de mi ciudad de adopción con más prisa que ningún año, porque este año es peor que ningún otro, y los números dicen que esta función es creciente. Las prisas me ayudan porque me impiden apreciar ciertas cosas, pero aún así, de soslayo, no puedo evitar ver lo que mis ojos, culpables por pasivos, no quieren mirar.

Antes me era más fácil deleitarme en los edificios bellos, en sus fachadas y cornisas, en las pequeñas cúpulas de algunas azoteas; en las estatuas  y jardines, en la altura de los árboles y en las iglesias; en los escaparates y en el olor de las panaderías, en el clamor de los bares y el discurrir de la gente; en los paseos, en el río, en la catedral y su plaza, en los detalles de Murcia, qué hermosas eres, qué hermosa eras; era más fácil disfrutar del murmullo de la ciudad. Fácil. Vivir en la comodidad es fácil. La seguridad es fácil. Tener un techo y dinero en el bolsillo es fácil. Creer que dispones de futuro es fácil. La vida es más fácil de lo que creemos, para unos cuantos. Y esos cuantos son cada vez menos.

¿Quieres ver una diferencia entre algo fácil y algo difícil?
Pedir en la calle es difícil.
Hincarse de rodillas con una estampa de la virgen y la mano abierta es difícil.
Sentarse en la acera con un cartel de cartón que ponga tengo dos hijos y pido trabajo es difícil.
No poder dar de comer a tu familia es difícil.
Perder tu hogar es difícil.
La vida, para unos muchos, es difícil.

Así que ahora corro más que ando cuando vuelvo a casa, porque es más fácil vivir sin ver lo que es difícil y uno no puede solucionar. ¿No puedo? Supongo que no, porque dar un vaso de agua no es erradicar la sed aunque la calme unas horas, y menos a esta escala. Yo no puedo. En estos momentos, ya no sé quién puede.
Así que ahora corro y corro cobarde intentando escapar de la desesperanza que me invade cuando veo esos ojos suplicantes, que siempre han estado ahí, en mayor o menor medida, pero que ahora se han multiplicado escandalosamente. Y es que debería ser un escándalo que una madre se siente en las escaleras de un banco a pedir dinero, debería salir en primera plana de los periódicos que un hombre llore contra el suelo sosteniendo una cajita medio vacía de monedas y céntimos, debería ser titular que alguien se suicide por la “crisis”, por su crisis personal, por los millones de afectados de este cataclismo.

Así que cada día recorro las calles de una ciudad llena de esquinas nómadas, de portales anónimos que huelen a desolación, de ruinas humanas y vagabundos del mundo, que vagan, que se mimetizan con el agujero en el que aguardan a que la urbe los devore, que me miran lanzando al aire una pregunta, ¿por qué a mí? Y en cada uno de esos cuerpos casi sin vida, porque les han arrebatado la dignidad, me veo a mí misma reflejada, veo a mis familiares, a mis amigos, a cualquiera, veo un futuro muy negro y despiadado. Y lo único que me queda es esperar a que llegue el máximo de la función para que la pendiente empiece a bajar, y podamos empezar de una vez a movernos hacia la tan anunciada mejora.
Pero, mientras tanto, ¿qué hacemos?

Comentarios

  1. "Pero, mientras tanto, ¿qué hacemos?"
    La pregunta del millón... de los seis millones de parados a los que hay que sumar sus familiares y amigos.
    Los que tenemos la suerte de tenerlo (algo) más fácil, tenemos la obligación de seguir recorriendo las ciudades para denunciar a los culpables o dar este vaso de agua o esta sonrisa de aliento o compartir nuestra mesa tanto en sentido figurado como en sentido literal.
    Y tú lo haces, recorriendo la red con voz potente.
    Abrazo desde la cruda realidad.

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    1. Gracias, tus palabras hacen ver que aún queda esperanza y buenos ciudadanos y compañeros de infortunio, todo sería más fácil si más gente tendiera la mano en vez de apartar la mirada, verdad? Tu voz recorre la red llena de alegría e ilusión, las historias bonitas hacen más falta que nunca. Un abrazo desde la realidad cociéndose a fuego lento.

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  2. Solo diré que el mundo se arregla entre todos, y que gracias a las excusas (como la inactividad del hermano) que nos ponemos para no actuar esto sigue así. También contribuye a ello que en el mundo manden los malos.
    Lo que hay que hacer está más que dicho y escrito, falta hacerlo.

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  3. Supongo que a nivel global nuestra ayuda no hace nada, pero si todos aportásemos un granito al final juntaríamos la playa y globalmente sería una ayuda enorme. Creo que estamos demasiado deshumanizados, a nadie escandaliza ver la pobreza en estado puro cuando tendríamos que poner el grito en el cielo.

    Supongo que lo de ir cada vez más deprisa es algo que nos pasa a todos, a veces quieres dejar atrás cuanto antes esa estampa, no es agradable ver que cada vez más gente no tiene nada.

    Y luego está el tema de la queja constante, personas que lo tienen absolutamente todo y no paran de quejarse y quejarse de que su vida es una mierda. Se ahoga más gente en los vasos que en los ríos.

    Siempre se ha oído eso de: "Los que dan dinero o ayuda sólo lo hacen por sentirse bien consigo mismos" y yo me pregunto ¿y qué? ojalá todos quisiéramos sentirnos tan bien con nosotros mismos que no parásemos de ayudar a otros. Construiríamos un mundo, mucho mejor.

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    1. Estoy totalmente de acuerdo en todo lo que escribes, Oski, y desde luego ese último párrafo da en el clavo. Los que ayudan por sentirse bien consigo mismos tienen mucho que admirar,pues al no hacer nada se sienten mal,¿no?Yo me siento mal de no hacer nada,y no le pongo el remedio que debería,alguien que lo hace lo hace y punto,el motivo en este caso da igual.
      Lo de las quejas es algo para hacerse mirar,obviamente la vida de cada uno es relativa y tenemos derecho a no estar satisfechos,pero en palabras mayores,abundan los dramatismos insultantes.
      Gracias por tu opinión,tan coherente.

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