Inventario
Hay períodos en la vida que pasan muy rápido, casi sin darnos cuenta, semanas en las que los acontecimientos se suceden y no podemos casi ni meditarlos, corren y corren y nosotros corremos tras ellos, viviéndolos a veces tan deprisa que no nos da tiempo a disfrutar las sensaciones que nos dejan.
Creo que después de un buen día o de un suceso importante que nos hizo felices, deberíamos siempre tener una jornada de reflexión, una especie de domingo tranquilo para relamernos de las emociones de la víspera, una calma que nos ayude a fijar los recuerdos y a disfrutarlos otra vez antes de que se desvanezcan sus detalles, una tarde de sofá y manta y cerrar los ojos para que por ellos pase de nuevo la película que hemos vivido recientemente. Yo procuro hacerlo siempre. Lo llamo hacer un inventario emocional. Para asegurarme de que lo cumplo, intento despertarme antes de la hora normal, y aprovecho ese rato en la cama para hacer el ejercicio de memoria y conservar esos momentos frescos, repasarlos y saborearlos, como si fueran un buen sueño que no queremos olvidar. Durante los días siguientes me dura mucho más la felicidad, y me sorprendo a veces sonriendo porque sí por la calle, cuando me viene algún momento evocado dichoso, alguna conversación que me hizo reír o me emocionó, alguna persona que me alegró o a la que yo alegré.
Las cosas buenas que nos pasan hay que mantenerlas y protegerlas, el paso del tiempo las deteriorará mucho menos si las tratamos con el cariño y la devoción que se merecen.
¿Y sobre las cosas malas? En esas no debemos detenernos con tanto tiento. Será mejor mirarlas desde la distancia, cuando otras las han tapado y el tiempo hace que ya no duelan tanto, para desde lejos poder apreciar con más sabiduría y experiencia las lecciones que de ellas podemos extraer, las situaciones de las que debemos aprender. Creo que tenemos derecho a querer borrar los días malos de nuestro calendario personal, derecho a esconder en cajas lo más negro para que no aparezca en nuestro inventario de sonrisas. Sí, ¡venga!, empieza a almacenarlas.
Solo añadiré que he llegado a la conclusión de que al final solo queda lo bueno (que siempre es parte del amor), que al final lo que somos y querremos ser es lo bueno (el amor) que hay dentro de nosotros. Lo malo se nos va, porque lo malo muere en su muerte, porque lo eliminamos por simple selección natural: para sobrevivir. Y es que para vivir solo se necesita amor, y cuanto más amor se tiene dentro más nos estorban el resto de las cosas que no son amor.
ResponderEliminarPD: para los días de reflexión veraniegos no cojas la manta en el sofá XD
Touché! :) Je suis d'accord, no se puede vivir, o al menos sobrevivir entero y feliz, si almacenamos esas cosas malas. Qué viva el amor! (Para los días de verano mejor a la orilla del mar ;)
EliminarCada día empieza como una hoja en blanco y trae su cosecha de cosas y cositas, buenas y malas. Y hay que cribar e intentar quedarse con lo valioso y desechar lo nocivo. Inventario emocional. :)
ResponderEliminarTú lo haces por la mañana al abrir los ojos y yo por la noche antes de cerrarlos :)
¡qué se llene tu almacen de cosas bonitas!
Abrazote de los buenos :)
Que se llene el tuyo también querida Framboise! :) Ojalá los más de los días recojas en plena mayoría cosas preciosas y que te hagan muy feliz. Gracias por leerme y enseñarme. Un abrazo enorme :)
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