The end of August
Hay un anuncio que dice que la vida no está hecha para contar calorías.
Yo, este mes de Agosto de 2011, he aprendido que la vida, en general, no está hecha para contar casi nada. Pero a veces, hay que contarlo casi todo.
No está hecha para contar lágrimas, ni llantos, ni penas, ni para contar mentiras. Está hecha para que algunas verdades sean contadas y para contar con números las sonrisas, y para contarle al mundo porqué sonríes.
No está hecha para contar amigos con los dedos de la mano ni para contar con amigos que te den la mano. Al menos no para los amigos falsos. Está hecha para contar con gente de verdad; poca, pero suficiente.
La vida no está hecha para contar los sueños incumplidos, las promesas rotas. No está hecha para gritarle a oídos sordos nuestros anhelos secretos, no está hecha para perder oportunidades lamentándonos. La vida está hecha para contar que lo conseguimos, que luchamos por lo que queríamos; está hecha para contar cuantas veces nos caemos y cuantas nos levantamos.
Y no, tampoco está hecha para contar calorías. Mejor contar los sabores que nos deleitan, mejor contar los postres que comemos, pero sin contar los platos que fregamos.
No está hecha para contar hojas, ni para contar apuntes, ni para contar suspensos. No está hecha para contar obligaciones. No está hecha para contar libros, sino para contar historias. Está hecha para que los abuelos cuenten cuentos a los niños, para que los enamorados se cuenten cartas de amor, para que los escritores cuenten novelas y los poetas cuenten versos, sin tener que contar la métrica.
La vida no está hecha para contar malos recuerdos, ni catástrofes, ni despedidas. Hay que contar anécdotas felices, memorias risueñas, encuentros y reencuentros. En la vida, hay que saber contar qué es lo que tenemos que contar.
Y es que no está hecha para contar a las personas importantes, pero sí para contarles que son importantes, para demostrárselo. No está hecha para contar desamores, sino para contarle a tu corazón que ya tiene un alma gemela. Encuéntrala y cuéntaselo también a ella.
La vida no está hecha para contar las horas que pasan, los minutos que vuelan, los segundos que se escapan. La vida no está hecha para medir el tiempo, ni para perderlo en tonterías, sino para disfrutarlo. No está hecha para temer el momento en el que el reloj pare de contar. Está hecha para respirar cada instante como si fuera el último y a la vez saber contar con que no va a serlo.
La vida no está hecha para rendirse. La vida está hecha para llegar al final y poder contar, que sobrevivimos.
En resumen, acabo este mes de Agosto agridulce, sabiendo que en la vida, al fin y al cabo, sólo se puede contar con uno mismo, porque la vida es un cuento que sólo cada cual sabe contarse.
Tenía que contar esa sabia conclusión a quienes quieran leerla. Sin embargo, yo soy mujer de las que saben contar, y tú… tú puedes contar conmigo.
Hasta el año que viene, vacaciones de verano y relatos estivales.
Con algo de frío y a finales de enero de 2014 esto sigue siendo mucho más que válido.
ResponderEliminarUn abrazo enorme!