Agujeros de bala
La relatividad de nuestras distancias, la metamorfosis de los tiempos y los cuerpos. Antes me abrazabas el alma en carne viva, ahora en el abrazo suena el metal de las corazas. Estás lejos, me intento acercar a tientas, despacio, delicado, sin forzar las rozaduras, pero en el camino me cojea la herida de la pierna y el metal hace más ruido. Llevas puesta tu armadura de malla, tan gris, y entre su entramado de anillos de hierro y de hielo intento colar mis suspiros, mis explicaciones, pero así la piel no se acaricia. Tu corazón remendado es ahora una fuerza armada y yo me siento a la vez revólver y agujero de bala. La lejanía y el miedo en tus ojos de animal amenazado se clavan en mí como esquirlas de plata. Encuentro en todas partes los orificios sangrantes, mi espalda llena de impactos, mis manos inservibles, las convulsiones, las contracciones, el espasmo final. Tanta protección no ayuda, sólo rebota y atenaza. Que si no te quitas ya el chaleco antibalas, me ...