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Mostrando entradas de 2013

Punto y aparte

" He aguantado en la línea de salida hasta oír ese disparo que marcara una señal. Pero el pánico al fracaso me detiene, unas veces se gana y otras se pierde. He aprendido a lamerme las heridas, renacer de mis cenizas y volver a comenzar. ¿Para qué gastar el tiempo en convencerte? Unas veces se gana y otras se pierde." Eva Amaral. La cajita de música a la que había que darle cuerda para que sonara se ha quedado enganchada, y las notas de La vie en rose no paran de bailar. Ellas se acercan al cristal empañado y dibujan con los dedos líneas y símbolos que danzan en el mismo compás. Las yemas se les hielan, a una y a otra, y sus huellas dactilares se quedan pegadas en la ventana. Afuera hace frío y se escucha música más moderna, pero de cortinas para adentro una atmósfera parisina envuelve la estancia, la estufa de leña calienta como un sol benefactor, el reloj de péndulo oscila en la pared marcando la cuenta atrás. Ellas siguen con los dedos llenando...

#12 El mismo fuego. (Biblioteca de cámara)

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Es éste un libro que he leído con gran cariño pero no por ello con gafas subjetivas. Después de unos días sumergiéndome en sus páginas con cuidado y esmero, puedo decir, objetivamente, que es un placer que esas historias hayan salido de los cajones de juventud donde se hallaban reposando. Se trata de diez relatos enmarcados bajo la exclamación de Fausto: "¡Siempre el mismo ardor y siempre el mismo fuego!", título que le viene muy a tono, pues aunque sean historias dispares y variopintas, cuando terminas de leerlas dejan en el lector, a mi juicio, un poso común: quimeras. Y es que los personajes de estas páginas viven entre la insatisfacción y los anhelos, en un estado a veces onírico, a veces simplemente falso; la realidad y la ficción se mezclan en habitaciones llenas de espejos, de vidas paralelas y ajenas usurpadas, de frustraciones. Aunque breves, son historias que sorprenden y no dejan indiferente; tras muchas de ellas me quedé pensando que encantada comprarí...

Cerraduras

Como el nieto mayor que era, me tocó a mí ir a cerrar la casa. El abogado nos había repartido días antes varios sobres y otras cosas de valor, lo único que restaba era decidir qué hacer con el caserón, y ninguno de nosotros tuvo la osadía de sugerir venderlo. Acordamos, pues, cerrarlo a cal y canto, dejar que el tiempo pasara sobre él y sobre nosotros, y esperar a que la presencia, aún muy presente, de nuestro abuelo se desvaneciera para tratar de tomar otra decisión. Me dirigí esa tarde hacia el lugar, con la argolla llena de llaves que me había dado el magistrado. Era una argolla envejecida, enorme, como la que solían llevar los amos de llaves enganchadas a la cintura, y de ella colgaban varias de aquellas, algunas simples, otras barrocas y ricamente engalanadas, un par aún desconocidas para mí. Tras atravesar la verja, me planté delante del portón y empuñé la llave más grande. Un gruñido chirriante me invitó a entrar, descubriéndome una estancia que recordaba muy bien, aunque...

Incondicional

"Entonces se ignoran, mientras sus sombras se miran." Con cada mínimo detalle que hubiera sucedido de forma diferente, con cada palabra pronunciada en otro sentido, con cada gesto que se hubiera hecho de otra manera, con cada pequeña acción que no se hubiera llevado a cabo, y con la infinidad de posibles acciones que sí que podrían haber pasado. Con la infinitud de combinaciones que podrían haberse dado, con la inmensidad de decisiones que tuvimos tiempo de tomar y no tomamos, con la maquiavélica e insana dimensión del espacio de elección en el que no nos movimos, y con tantísimas posibilidades que no quisimos. Se nos queda el mundo pequeño sólo porque nosotros así lo dispusimos, los tiempos verbales fallan porque abusamos del condicional, lo que pudo ser y no fue, que no podrá volver a ser conjugado. Me falla el dispositivo de razonar porque se sobrecarga de la incomprensión de los límites y las fronteras. Me falta un manual para entender por qué...

Cuando toda la piel sabe a sal

¿Qué nos pasó? Tal vez estamos en el mundo para buscar el amor, encontrarlo y perderlo, una y otra vez. Con cada amor volvemos a nacer y con cada amor que termina se nos abre una herida. Estoy llena de orgullosas cicatrices. Paula, Isabel Allende Cuando nos hacemos una herida y a los días (o eternidades) empieza a cicatrizar, suele invadirnos una cierta comezón. Aunque sabemos que no hay que rascarse porque tardará más en regenerarse la piel, lo hacemos. Detrás parece haber una explicación biológica donde intervienen algunas células y terminaciones nerviosas. La irritación es persistente, molesta, intentamos evitar pensar en ello pero cada vez que algo (o alguien) nos roza la herida nos lanzamos a tocarla para intentar aliviar el picor. En el fondo funciona, nos da unos momentos de placer, pero el resultado es mucho peor: necesitamos rascarnos más y más, el alivio momentáneo provoca que la herida vuelva a abrirse, y ahora duele aún más. Entonces esperamos, nos armamos de paci...

Más de veintidós mentiras

Más de cien palabras, más de cien motivos, para no cortarse de un tajo las venas. Más de cien pupilas donde vernos vivos. Más de cien mentiras, que valen la pena . J.Sabina. El mar inmenso. El olor de la leche recién hervida. Los días de lluvia. Un vaso caliente de cacao antes de acostarse. Los colores del otoño en los árboles. El verde de las praderas. Los dientes de león. Los deseos de los dientes de león. Las exposiciones gratuitas de arte. Las bicicletas de paseo con cesta. Los aeropuertos. Los orgasmos inesperados. Las sorpresas. Las tartas de chocolate. Más días de lluvia. Las heridas que sólo las madres curan. Los conciertos en teatros. Leer un libro de un tirón. La arena caliente en la playa mientras sopla fuerte la brisa. El atardecer, el amanecer despiertos. Las buenas canciones que suenan mientras compartes una cerveza. Los hombres con barba. Las mantas muy suaves que abrigan hasta el alma. Los poemas que le hablan a uno mismo. Una cena con amigos y una tele d...

Comparanzas

Cuando empieza a doler entonces escribo. Cuando lleva un tiempo doliendo entonces escribo. Cuando deja de doler entonces escribo. Cuando no duele nada entonces escribo sobre cuando empezaba a doler, cuando llevaba un tiempo doliendo o cuando dejaba de doler . Marwan. Como meter los pies en arenas movedizas. Como protegerse de la tormenta con un chubasquero de papel. Como beber alcohol para bajar la fiebre. Como poner en las heridas sal y miel. Como caminar descalzo entre cristales. Como montar en la montaña rusa después de un largo sueño. Como comprar un mapa escrito en árabe. Como dormir desnudo en pleno invierno. Como iniciar un viaje a quién sabe donde. Como nadar en lagunas nocturnas de amnesia e insomnio. Como tirar la piedra y esconder la mano. Como llegar a un punto sin retorno. Como las náuseas, los nervios, la resaca y el frío. Como un abismo a medias lleno de vacíos. Como todo este cúmulo de sensaciones dispersas y dispares. Como ...

A dos grados bajo cero

"Ser adulto es estar solo". Rousseau. No es invierno aún, pero sí lo es, y la corriente de gente se apretuja por las calles anónimamente para transmitirse calor. Yo me quedo fuera, ausente, observando desde una esquina el remolino de alientos y vahos, de miradas que no se mantienen y de manos que no se dan. Se comparte el calor interesadamente, por eso nadie se siente culpable, porque todos son piezas de un mismo engranaje. Y se necesitan. Si miras hacia arriba se ve la atmósfera cargada y densa allí donde está reunida la muchedumbre. En el resto de la ciudad, frío. En el resto de la ciudad, culpabilidad y engranajes rotos. Algo ha salido mal, la máquina del calor ha dejado de funcionar. Por eso la gente se estrecha, se reúne, siguen mirándose sin ver pero están cerca, cada uno piensa en sus cosas pero son un colectivo. Yo no puedo formar parte de eso, estoy condenada al invierno. Y lo acepto, no me importa. Ser adulto es aprender a estar solo. No quiero ent...

¡Música maestro!

Hoy no he podido existir en el mundo real. Hubiera sido un suicidio, sí. Una muerte de esas cotidianas, del día a día, pero real. Que el dolor mata un poco bastante, de eso estoy segura. Así que me he largado. La forma más fácil de desconectar el cerebro y no centrarme en lo que quería centrarme ha sido enchufarlo a los auriculares. Que viva la música. La banda sonora de este día ha sido larga y variopinta, un poco de todo, como debe ser, pero con mucho de lo evidente y lo más innecesario: sad music, of course . Triste, ¿qué entendemos como triste? En un día como hoy, hasta las historias felices me lo parecen. Pero ha dado igual, diecitantas horas escuchando música sin parar. De un estilo a otro, de un ritmo a otro, del español al inglés, de saltar y tatarear a paralizarme en silencio con lágrimas por dentro de los ojos. La música y su magia de transportarnos y no hacernos sentir tan solos. ¿Cómo no? Si otros han sentido eso mismo que yo antes, si aquel sobrevivió para contarlo, mi vi...

La segunda huida

"La herida es poca cosa, pero luego llega siempre el dolor, su abstracta maquinaria, para marcar a fuego nuestra vida, y el humo de ese fuego es lo que somos." Felipe Benítez Reyes . Cae la tarde mientras avanza el vagón por las vías de hierro; cada vez anochece más pronto, fuera y dentro. Las locomotoras ya no escupen humo, pero otro fuego está ardiendo. Por la ventanilla se ve otro tren pasar en sentido contrario. Se aleja. Se desvanece. Se fue. Mañana dice el mundo que la necesita. Ella contesta que no va a estar. Que ya le da igual que le pongan falta, que la expulsen de donde quieran, Eva y Adán hace tiempo que se fueron del paraíso.  Mañana insiste el mundo en que la necesita. Pero ella ahora sabe que está perdida. Le dice que lo siente, pero que va a fallarle. Cierra los ojos y se apagan las galaxias de su mirada. Una estrella muere en el cielo. El mundo decide dejarla sola. Huele a viejo y a usado el asiento, su propio olor se mezcla y se carcome. P...

#11 El Juego de Ender. (Biblioteca de cámara)

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"Quiero ir a casa, pensó Ender, pero no sé donde está". En el 99% de los casos, el libro es siempre mejor que la adaptación al cine. Ésta no es una excepción, pero puedo dar gracias a la película porque por ella me animé finalmente a leer el libro antes de que fuera proyectada en los cines. Absoluto éxito de decisión. O no, porque ahora estoy enganchada a la saga. Dejando a un lado mis problemas morales con el autor, en 1985 nació un universo complejo y filosófico que tiene mucho que enseñarnos y hacernos pensar. Una ciencia-ficción muy distinta que oscila entre la fantasía y la ética como tejidos principales, en una trama que hila muy fino, tan fino que hace falta otra lectura. La segunda parte de la saga, La Voz de los Muertos, requiere al menos tres. No puedo ni quiero decir nada sin desvelar el argumento, a estas alturas casi todo el mundo lo sabrá, pero es un libro para adultos y jóvenes, sobre todo, para reflexionar. Reflexionar muy y mucho sobre los dilemas mor...

Deslocura I

-Está escapando a mi control, son demasiadas conexiones. -Tal vez deberías darle un poco de tiempo, tomar distancia. -No puedo tomar distancia, me moriría de dolor y desasosiego, la ignorancia me desconsuela mucho más, no soportaría no saber, y el tiempo no hace más que ponerme contra la pared. -Debes decidir cuál es tu posición en este juego. -Lo sé, lo sé. Pero me resisto a explicar las reglas. -No lo hagas, nadie tiene porqué entender nunca sobre qué estamos debatiendo, al fin y al cabo esto es una cosa tuya. No tienes ni porqué explicártelas a ti. -Pero las conexiones... -Confía en mí, nadie se dará cuenta. Ni siquiera te das realmente cuenta tú. -Es un secreto a voces. -Las voces están sólo en tu cabeza. -¿Cómo ésta? -Exacto, como yo.

Gravedad cero

- Pasarán más años, mil años, e igual sentiré que el tiempo se ha detenido aquí. Que vuelvo a tener miedo, más miedo, y no sé a quien voy a acudir entonces, estoy perdiendo mi  gravedad . - Estaré, para lo que necesites. Los pasos se desvanecieron a lo lejos por la calle. - Te necesito a ti.

Cinco minutos con Mario

"El otoño en ti es siempre primavera y necesito huir a un mundo de miradas transparentes.  Debí haberte besado más urgentemente." Carlos Chaouen . ¡Ah, estás ahí! Hola, ¿cómo estás? Te veo genial, muchas gracias por venir. Perdona el retraso. Bueno, no digas nada, déjame hablar. Em... sí, bien, qué embrollo. Se me ha olvidado lo que iba a decirte, así que voy a improvisar. Traía un discurso preparado, no te creas, desde luego sabes que esto es muy importante para mí, lo más importante. Pero los nervios, ya sabes. Por eso he llegado también un poco tarde, estaba torpe, se me caía todo lo que tocaba, he roto medio piso hoy. Sí, no me mires así, sé que tú también estás rota, y que es culpa mía, pero hoy voy a convencerte para que me dejes volver a repararte.  Bien, ejem, ¿por dónde empezar? Lo que pasó, pasó. No voy a mentirte, eres una mujer inteligente y negarlo ahora sería insultarte. Además de inteligente eres preciosa, divertida, generosa... Ya, vale, perdona, no s...

The magic trousers

They are getting too old, but why should that be a reason for throwing them away? My magic trousers. I know that you hate them. You've hated them from the first time when I was wearing the pair, but you didn't tell me that time, there was no confidence enough between us. But after time, it grew and you were sincere, even when I didn't ask you for it. I hate them, I don't like at all the colour and the shape on you, you said. But they were too confortable and close-fitting, and I kept using the trousers a lot. That's how they became magic. Because everything happened while I was on them. They got wet hundred times because of the rain and the snow, they stand me in the bike and with my falls, they celebrated parties and goodbyes, they travelled with me and helped me to reach the top of that castle, they sat on the green grass and got dirty, they were washed in my favourite laundry while I was reading books, they walked and walked on my legs, sometimes even the...

Inventario

Hay períodos en la vida que pasan muy rápido, casi sin darnos cuenta, semanas en las que los acontecimientos se suceden y no podemos casi ni meditarlos, corren y corren y nosotros corremos tras ellos, viviéndolos a veces tan deprisa que no nos da tiempo a disfrutar las sensaciones que nos dejan. Creo que después de un buen día o  de un suceso importante que nos hizo felices, deberíamos siempre tener una jornada de reflexión, una especie de domingo tranquilo para relamernos de las emociones de la víspera, una calma que nos ayude a fijar los recuerdos y a disfrutarlos otra vez antes de que se desvanezcan sus detalles, una tarde de sofá y manta y cerrar los ojos para que por ellos pase de nuevo la película que hemos vivido recientemente. Yo procuro hacerlo siempre. Lo llamo hacer un inventario emocional. Para asegurarme de que lo cumplo, intento despertarme antes de la hora normal, y aprovecho ese rato en la cama para hacer el ejercicio de memoria y conservar esos momentos frescos...

Champiñones

Todos los sábados el mundo te amanecía como un champiñón, blanquita, suave y aterciopelada. Removías las sábanas como limpiando telarañas y aparecías con tu pelo hecho selva. Yo estaba ya despierto, deshojándole rayos al sol. Era nuestro día compartido de la semana, tú te levantabas pletórica y yo me insuflaba de ti. Desayunábamos rápido y salíamos al bosque. Danzabas con tu cesta entre los árboles, mirando los colores otoñales en las hojas y en la tierra, recolectando algunas para tu colección. Yo te miraba a ti y a tus pies bailar caminando, y cuando entre ellos se cruzaban las raíces nudosas prestaba más atención. Descubría entre ellas los frutos del otoño, te los señalaba y tú te inclinabas para recoger los hongos. Tu mano delicada se fundía con la tierra y se volvía naturaleza. Respirabas verde y espirabas oxígeno. Sentirse vivo era una obligación allí. Después de algunas horas volvíamos a casa con la cesta hasta arriba, te dirigías al fregadero y limpiabas la cosecha con tus man...

El discurso

Discurso de Antonio Muñoz Molina, premios Príncipe de Asturias 2013 Escribir empieza siendo casi siempre un sueño o un capricho o una vocación imaginaria . Pero el sueño, el deseo, el capricho, no llegan a cuajar en nada si no se convierte en un oficio. Un oficio, cualquier oficio, requiere una inclinación poderosa y un largo aprendizaje. Un oficio es una tarea que unas veces resulta agotadora o tediosa por la paciencia y el esfuerzo sostenido que exige, pero que también depara, cuando las cosas salen bien, momentos de plenitud, y permite entonces la recompensa de un descanso que es más placentero porque se siente bien ganado, al menos hasta cierto punto. Digo hasta cierto punto porque todo el que se dedica plenamente a un oficio sabe que siempre hay una distancia grande entre las mejores posibilidades de un proyecto y su realización, igual que hay descubrimientos con los que no se contaba. Un oficio es una tarea práctica: uno hace algo que le gusta y que a costa de aprendizaje y em...

Peces de ciudad

Ay pequeña, corre, vuela,  a sacarme de esta oscura noche gris, a meterme tu vida por las venas, a morirte por querer verme vivir. J.S. Ahora cuando te pienso lo hago con otro nombre, con otro que no me recuerde lo que depara el futuro inminente y que no se asocie a ti. Cuando te hayas ido lo recuperarás, pero entonces serán sólo letras que sonarán a despedida y ausencia, y no querré pronunciarlas nunca más. Hoy al despertarme intuí la niebla y ella me intuyó a mí, un mal presagio, me lancé en picado a la ciudad y sólo podía ver los pies de la gente dirigiéndose a sus destinos, que apenas se diferencian en una letra de desatinos. El desatino del destino se me mostraba gris esta mañana, y la noche no había tenido mucha más luz. Entre los borbotones de niebla notaba mi cuerpo fluir, intentando abrirse paso con una dificultad achacable al peso grave que había ganado la víspera. Quien diga que las emociones no tienen masa miente, a mí me empujaban hasta el suel...

#10 Un viejo que leía novelas de amor. (Biblioteca de cámara)

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El viejo de la novela de Luis Sepúlveda no lee novelas de amor cualesquiera, lee novelas de amor "del verdadero, del que hace sufrir". Y las lee con una pasión tan devoradora como la de las bestias salvajes. Las lee con cariño, cuidado, emoción y un sentimiento que, al menos a mí, me hacía descubrirme ante él: todos los libros merecerían ser leídos con tal devoción. Antonio José Bolívar Proaño es, lo que se denomina, un buen lector. Más allá de esa ternura y de las explicaciones que la rodean (¡lean el libro!), la historia se hace clara cuando sabemos que el autor se basó en su experiencia personal, y que escribió la novela tras convivir durante meses en la selva ecuatoriana con los indios shuar, los otros grandes protagonistas junto con Antonio José Bolívar y la propia naturaleza. Podemos decir que esta es una novela de aventuras pero con una clara intención crítica y reflexiva sobre la destrucción de la selva amazónica, la codicia del hombre y las injusticias que...

#9 El color púrpura. (Biblioteca de cámara)

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Esto es una Historia, en mayúscula y con todas las letras, una preciosidad que he disfrutado leyendo, pese a lo amargo, real y crudo de sus páginas. Un clásico, me atrevería a decir, que debería leer todo el mundo. Aunque no quiero desvelar mucho, diré que es una novela epistolar que reproduce cartas entre dos mujeres, dos hermanas, que se encuentran separadas por un océano y por muchos motivos. Se centra sobre todo en una de ellas, Celie, que recrea la historia de su vida en los Estados Unidos de principios del siglo XX. ¿Qué tiene de especial Celie? Ah: Celie es negra, es pobre, es fea, es una mujer, "vamos, que no eres nada". Esta novela es una joya, una fotografía que retrata muchas y muy duras situaciones, que abre los ojos a un mundo que al menos yo no conocía en esta medida. Es un grito de guerra en boca de muchas mujeres, de mujeres distintas, mujeres negras y sometidas, torturadas, difamadas, hartas. Cada una de ellas con una personalidad, con unos pri...

Un techo cualquiera

Había impresa una huella de zapato, justo pegada al conducto de ventilación, en el tono grisáceo de la suciedad  y la prisa.  Su contorno contrastaba con la inmaculada pintura blanca, que se notaba bien retocada. La marca debía ser, por tanto, reciente. Era una suela grande, seguramente de hombre, de un calzado formal, pie izquierdo. Alguien había caminado por el techo, como queriendo escapar. Yo contemplaba la extensión blanca, rota por la pisada contigua a las rejillas del aire, tumbado en la camilla. Mientras me conectaban toda clase de vías y cables, me miré por encima de la barriga los pies descalzos y deseé poder dar un salto antigravedad y posar mi planta sobre la mancha que se exhibía encima de mi cabeza. A continuación, imaginé, usaría mi pie derecho aún en el aire como palanca para abrir la placa de metal y dejar libre el conducto. Posado en el techo como si éste fuera el suelo, saltaría entonces dentro del agujero cuadrado y la gravedad volvería a seguir las ley...

#8 Amor o lo que sea. (Biblioteca de cámara)

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Otro libro que me encuentra a mí porque sabe que le necesito, que lo que voy a leer en sus páginas no es más que el miedo inminente a lo que los próximos años me deparan: La vida verdadera, la mediocridad, el afrontar solo la realidad... ¿qué habíamos hecho hasta ahora? Esta es la historia de una chica y de su camino a la madurez real tras acabar la universidad y empezar a trabajar. En ese camino se dará de bruces con dos sentimientos/elementos/obsesiones de la sociedad: el amor y el éxito. Sobre el primero, el título lo dice todo: "amor o lo que sea". El de Blanca será un amor distinto, que viviremos y desmitificaremos a un tiempo. Sobre el éxito, una serie de complots y argucias en el mundo editorial dejarán un regusto amargo en la protagonista, bajo mi punto de vista, perdida en unos engranajes que no se esperaba. Es un despertar de la inocencia asustado y nostálgico, y a la vez irrefrenable.  Una originalidad del libro, que lo hace ameno y reflexivo, ...

Borrador

Corría el año..., y digo corría porque en verdad llegó y se apresuró a marcharse veloz, y hasta yo me daba cuenta encerrado como estaba entre las paredes de aquella mi entonces casa. Me dedicaba a devorar libros y ensayos, todo cuanto me mandaban, y a redactar críticas mordaces para la revista o el periódico de turno, con una acritud la más de las veces fingida; aquel era mi sello de identidad. Las páginas que leía eran casi siempre como vasos de agua en mal estado, de agua que no quita la sed y hace que necesites beber y beber cada vez más y seguir bebiendo con la esperanza de que al final te sacie, o te mate. Yo me embebía en aquellas páginas: durante unas horas o días perdía el rastro de mí mismo y me sumergía dispuesto a ahogarme en un mar de letras y palabras empapadas de mediocridad mayoritariamente, decencia otras, y majestuosidad en ocasiones puntuales. Al acabar el último párrafo volvía en mí para luego abstraerme, ahora con una mano y un ojo distintos, y sentenciaba en un ...

#7 Bélgica. (Biblioteca de cámara).

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No añadiré nada más, no hace falta. Bélgica empieza a ser mi Ítaca, como para Chantal Maillard. Palabras y memoria.

Mi equipo favorito

Ocupé mi asiento con una mezcla de nervios y congoja; nervios pasivos, no por estar, sino por lo contrario. Estaba en la butaca y a la vez no estaba, y me convertí en una suerte de espectador y también actor, pues conforme pasaban los minutos iba siendo más consciente de que aquello también me incumbía a mí, aunque no tanto. O quizá sí. Si existe una cosa contagiosa, cuando es sincera, es la felicidad. Puedo decir que fui feliz el rato que estuve sentada en ese lugar, lloré por dentro y reí por fuera, y la mayoría de esos gritos eran de un éxtasis contento, agradecido y también un poco frustrado. Pero que a todas las cosas malas hay que sacarles el lado positivo y convertirlas en no tan malas. Y ese asiento no fue el atisbo de silla eléctrica que al principio esperaba en parte, fue un mullido sillón donde sentí justo eso: la felicidad contagiada y compartida. Si hay algo más bello que ser feliz, es poder compartirlo. Así pues, disfrazada de testigo mudo, fui partícipe de una pelí...

Otoños lejanos

Me asomé al que antes era el remanso de tu mirada y encontré un abismo al que caí, desbordándome por el acantilado como la poesía por tus ojos, con un iris becqueriano más desgastado que el amor y más inmenso que el océano. Me asomé y encontré un deshielo imparable, un cuentagotas infinito de lágrimas que se derretía y amenazaba con inundarlo todo, agonicé por un instante en el frío glacial de tus pupilas que centellearon brillantes y mojadas, y la cascada atronó en tu valle. Te contemplé por detrás de tu propio reflejo,  atravesé el páramo de tu expresión vacía y aguada y miré más allá, en la lejanía, y entonces regresé y me coloqué justo en frente de ti. Me pregunté entonces cuanto hacía que no te observaba así, desnuda, transparente y traslúcida; la luz se iba colando en tus poros y tus ojos se volvían espejo de lo que yo veía de ti, haciéndote un espejismo aún más inverosímil. Por fin rompiste a llorar. Detrás de aquella estatua momentánea de hielo te desmoronaste y ...

La foto salió movida

Aún después de tantos años sigo observando aquella fotografía con la esperanza de que sus líneas no estén distorsionadas. Hoy recuerdo mejor los rasgos de la persona que la echó que de la que me acompaña en el retrato, inmortalizado y vago al mismo tiempo. Cuando pulsó el botón me estaba mirando a mí, no a la cámara, ni se esforzaba en apuntar al objetivo; le temblaban las manos mientras sujetaba el aparato y lo único que deseaba era arrojarlo contra el suelo, por decoro supongo que no lo hizo. A cambio, realizó una fotografía borrosa y totalmente difuminada en sus prisas por escapar de la situación. No me dejó una estampa de calidad, pero a cambio imprimió su mirada feroz en mí durante esos segundos eternos en que sostuvo la máquina y sus ojos al nivel de los míos, anonadados ante la imagen que tenía ante sí y que se le pedía hacer eterna. Reflejado en el objetivo vi mi propia sonrisa que se volvió incómodamente falsa ante el fotógrafo, mi acompañante no lo percibió y nunca pudo sabe...

#6 Hace cuarenta años. (Biblioteca de cámara)

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Este libro me ha encontrado a mí más que yo a él, aunque debería existir un mapa del tesoro que marcara con una cruz el punto de la costa del Mar del Norte donde se forjó esta historia, para ir a buscarlo. Es un libro joya, pequeño pero tan intenso como las olas frías de la ciudad belga de Knokke. Repito que este libro me ha encontrado a mí, las casualidades belgas me persiguen. Pero vayamos al libro: reitero, es una joya, un tesoro en sí mismo. Es de esos secretos tan bonitos que hasta he dudado en publicarlo, porque es tan íntimo, tan personal; me imagino a la autora compartiendo esto, abriendo el corazón de una manera tal como no había visto en tiempo, y no puedo más que estremecerme. Es un detalle hermoso que se te clavará dentro y que no podrás dejar ir, se hará un hueco predilecto en tu escondite de historias de amor; porque sí, esta es una historia de amor, de Amor con mayúsculas, un sueño real y breve, como algunos consideran que han de ser las cosas buenas. "Hay ...

Golpe a golpe

El reloj dio las doce y decidí que ya había esperado bastante, así que cogí la gabardina y me lancé a la negrura de la noche. Conocía de sobra por tiempos pasados los sitios menos recomendados de la ciudad, muy recomendables en cambio para mí esa víspera, porque algo había cambiado, algo me había pasado, y necesitaba un hecho drástico para marcar a fuego la línea divisoria. Por eso me encaminé hacia el barrio ruso, que podría haber sido nombrado con cualquier otra nacionalidad de los países del este, y comencé una guerra interior dando el pistoletazo de salida. Unas cuantas rayas de coca por mi nariz fueron las balas que ametrallaron mi cerebro. Con menos dinero y mucho menos miedo, me dirigí hacia el club. No me interesaban las chicas ni las apuestas esa noche, mi destino estaba en el sótano detrás de una pared falsa. Tras dar el santo y seña, la puerta se abrió y una nube tóxica de sudor y sangre me impregnó de arriba a abajo. Tiré la gabardina a una esquina, ya no la iba a necesit...

Sidi Ifni

Crecí en las rodillas de mi abuelo escuchando fábulas de animales y cuentos fantásticos, y esa es una larga historia que merece ser contada con más calma y detenimiento. Cuando yo cambié y cambiaron mis circunstancias, es decir, cuando me aumentaron los años y a él le pesaban más, los cuentos infantiles terminaron y esa nostalgia de la niñez me invadió aún sin yo saberlo. Sin embargo, mi abuelo es un contador de historias nato y, al pasar los lustros, un día me di cuenta de que, sin quererlo, en realidad quizá me había estado relatando sus propias vivencias, si bien adornadas y hechizadas. Entonces me propuse abrir más las orejas y hacerlas tan grandes como las del lobo que se come a la abuela, y así devorar yo al mío a fuerza de escucharle siempre que pudiera. Por eso, puedo hacerme ahora eco de algunas maravillas que sin la memoria de nuestros mayores no conoceríamos, no con ese lado humano y entrañable, no con ese olor a anciano pero a la vez a tan joven, no con ese brillo en los ...